lunes, octubre 27, 2014

Nigeriano

Un nigeriano, cuyo nombre no ha trascendido, murió hace pocos días en Barajas tras permanecer 50 minutos en el suelo de la T1 sin ser atendido. Había llegado en un vuelo de Turquía, al filo de las cinco de la tarde, y tras pasar la aduana se desplomó con convulsiones, sin que nadie le auxiliase, al existir sospechas de  que podía tratarse de Ébola. El hombre, que en realidad viajaba con dos bolas de cocaína en el estómago, tuvo la mala suerte de que la carga le reventara en el peor momento, cuando la preocupación por el virus, el miedo a los viajeros de África y el germen del pánico estaban en su momento álgido. En el hospital Carlos III,  a esas horas, Teresa Romero luchaba contra la infección y los pasajeros de Barajas miraban al hombre caído conteniendo el aliento.  La policía informó a los sanitarios del aeropuerto de la situación,  pero éstos no se decidieron a intervenir hasta tanto se aclarase la procedencia y el itinerario del paciente y alertaron  a la autoridad sanitaria, quien puso en marcha el protocolo previsto, el cual demoró los mencionados 50 minutos en los que el hombre se fue intoxicando con el caro veneno que llevaba en su vientre. En estos casos, según los expertos, la única solución es la cirugía inmediata. A su llegada,  el equipo médico  constató el estado crítico del hombre, y también que sus síntomas  no eran en ningún caso de ébola, y lo trasladaron a un centro hospitalario, algo que  también resultó accidentado, al  no entrar  la camilla en el ascensor, lo que hizo perder unos  minutos preciosos. Puede decirse que la fatalidad acompañó a  este nigeriano anónimo, quizás una metáfora de nuestro mundo complejo y disparatado, quien, a tenor de los datos que iba obteniendo la policía, vivía con su mujer en Alcalá de Henares, y hacía más de 4 años que no volvía su país. Había ido en los días anteriores a Estambul, sin duda para emplearse como bolero o mula y volvió para morir en Madrid ese día a las 18.55 horas, según confirmó el parte médico. El sindicato USO, que al parecer todavía existe,    ha pedido explicaciones a AENA, compañía estatal que proyecta salir a bolsa esta misma semana.
(Publicado DN 27/10)

lunes, octubre 20, 2014

Planeta

El escritor mexicano Jorge Zepeda, de larga trayectoria periodística, ha ganado el premio Planeta con una novela sobre mafias  internacionales y asuntos turbios, donde una mujer bellísima es captada para una red de prostitución y llevada a Marbella. Su belleza es su condena, ha dicho con acierto Zepeda, explicando que se inspiró en una mujer venezolana que conoció, pero que el libro en realidad  quiere retratar un mundo de corrupción y poder, donde lo principal es enriquecerse como sea, un mundo dominado por las multinacionales y el capitalismo salvaje. Todo esto de los grandes poderes podridos de dinero, los manejos de las corporaciones y  la mafia de la prostitución es muy excitante, pero parece más de lo mismo, lo que las películas y las series nos cuentan una y otra vez y que consumimos sin inmutarnos, hasta el punto que  los personajes que mejor nos caen suelen ser los malos. Es difícil, además,  que una novela  gane a lo que la  realidad nos ofrece de por sí. La auténtica novela de hoy es la fría relación de gastos de las tarjetas opacas, la peripecia de un chico que quiere inmolarse en Siria, la doblez de los discursos moralizantes de quien descubrimos al final que era un corrupto, como en el desenlace de una novela negra, los enredos del Ébola con sus trajes de astronauta y las airadas movilizaciones por la suerte de un perro, cada cual puede elegir lo que quiera. Es difícil que la ficción haga la competencia a todo esto.  Esta vez no han dado el Planeta a una novela histórica,  sino a un relato de delincuentes  de cuello blanco  que secuestran a una mujer hermosa, como si fueran la bella y la bestia,  un libro que pretende retratar a un mundo sin alma. En la cena del premio estaban el presidente Mas y el editor Lara, un empresario contrario a la independencia,  vigilándose de reojo, como dos futbolistas y eso era tan importante como el fallo. Estamos continuamente rodeados de historias, confundidos y sepultados por ellas, y el libro que hay que escribir tal vez debería buscar en otra parte.  Hoy lo más urgente  es lograr un poco de silencio.
(Publicado DN 19-X)

viernes, octubre 17, 2014

Taxi

Llovía mucho cuando llegué a Madrid, y el taxista iba echando pestes en voz baja avanzando a duras penas por  la calle atestada, así que, por hacer un chiste  le dije que tanta agua iba a terminar con el ébola, pero él puso cara de no entender, o de que sobre aquello no se podían hacer bromas, como si la red no estuviera ya llena de choteo y humor negro, así que desistí de explicar nada más, no le conté por ejemplo, que hace años, con motivo de otro virus que también iba acabar con el mundo, el ministro de entonces dijo que ese virus era un bichito muy pequeño que si se caía se mataba. Luego vinieron las vacas locas, tampoco le conté, cuando incluso amenazaron con prohibir el chuletón. Para que hablar de la gripe A, que contagió a casi todo el mundo de miedo. A la altura del museo del Prado la cortina de agua y el vaho de los cristales no dejaban ver los grandes cedros de la fachada,  y en la radio que el taxista había encendido como un parapeto para no oírme, sospeché, seguían hablando de los trajes de aislamiento, los fallos del protocolo y el sacrificio de Excalibur, el perro que ha ido al cielo puro y aburrido de los perros, y alguien citó riéndose a Pérez Reverte, que había escrito en su twitter que mejor sería poner  en observación al perro  y sacrificar a la ministra, que es una frase con muy mala leche pero que al menos no contiene ningún taco. Por si acaso miré en el espejo retrovisor la cara del taxista que no se inmutó. Siguió así, protestando algo en voz baja, mientras en la radio hablaban de las tarjetas de Caja Madrid,  y de lo que habían gastado cada consejero,  incluido Virgilio Zapatero, que  compró con ella un montón de libros, lo que podría ser una  atenuante, y luego de Fernández Villa, el histórico líder sindical asturiano que regularizó dinero negro en la última amnistía fiscal.  Jamás lo hubiera creído, se lamentó un tertuliano. El taxi volvió a detenerse y de reojo miré el taxímetro sumando. Todo se desmorona, dijo entonces el taxista con voz grave, como si fuera un oráculo. Sentí una especie de escalofrío y aunque no habíamos llegado a Colón y llovía más que nunca, le dije que me bajaba allí mismo.
(Publicado DN 13 octubre)

martes, octubre 07, 2014

Bus

Iba  en bus hacia el trabajo, cuando escuché por el pinganillo de la radio que los directivos y consejeros de Caja Madrid se habían fundido en 8 años 15 millones de  euros con unas tarjetas opacas, y de pronto noté que la noticia resultaba incomprensible en aquel autobús, ninguno de los que iban en él -es uno  que va por la avenida de Zaragoza, cada día se ve mas o menos la misma gente: mujeres que van a trabajar en casas, chicos que van a clase, un anciano demasiado abrigado, una mujer negra con un niño de pelo rizado- ninguno de ellos, digo,  podía hacerse cargo de esa cantidad, unos  2.400 millones de pesetas, un dineral que sumar, por lo visto,   a lo que toda esta gente ya recibía como sueldos y dietas, una propina que no pedía explicaciones.  Ahora es cuando vamos viendo lo que fueron aquellos años dorados, un momio para muchos, pero  lo malo es cuando lo vemos desde dentro de un autobús que  atraviesa un barrio como este y como tantos,   donde  hay bares latinos, alguna mujer  con velo, gente también de toda la vida,  pero sobre todo hay locales  desde los que se puede enviar dinero  a la familia en Quito, en Rumania, en Camerún; agencias cuya comisión es más pequeña que la de los bancos y aquí eso cuenta. Detrás de cada euro enviado  hay una cálculo cuidadoso,  una renuncia, y quienes recargan allí  mismo el móvil y la tarjeta para el bus tienen una historia detrás;  quien quiera encontrar material puede venir por aquí y empezar a hablar, preguntara a la gente cómo va la cosa, o qué harían, por ejemplo, con una de esas tarjetas sin límite, seguramente no entenderían la pregunta o a qué viene, eso no pasa, sencillamente.  En el periódico, a veces,   aparece la   noticia de que han  condenado a alguien por quedarse 2.000 euros, otro ha tratado de estafar burdamente un anciano, aquel sisaba a su jefe, nadie es totalmente inocente,  pero hay otras cosas que ya no es posible entender, cantidades obscenas, chorros de dinero que ahora salen cuando escarbamos un poco,  cosas a las que nadie ponía pegas y de las que todos  se aprovechaban sin inmutarse. 
(Publicado DN 6-X)

lunes, septiembre 29, 2014

DEPARDIEU


El actor Gerard Depardieu, quien se hizo ruso no hace mucho para evitar pagar el 80% al fisco, ha confesado que hay días en que, si empieza,  se termina bebiendo  14 botellas. A eso de las 10 de la mañana, cuenta, abre una botella de champán y otra de vino, y otras más en la comida que culmina con ese licor tan francés que da pampurrias, el pastis. Luego vuelve al champán, enlaza con vodka etc. Depardieu es de ese género de  los de “si empiezo no paro” que suele ser la otra cara de los que se contienen casi siempre a duras penas,  pero  niega que todo ese exceso le emborrache de veras, tan solo  le deja un poco achispado, lo suficiente para  encontrase alegre, que es lo que busca. Si tras la siesta tiene resaca, le basta, dice,  un sorbo de clarete.  Depardieu es un hombre descomunal, excesivo,  un Pantagruel, y su cara de Cyrano nos viene a la memoria enseguida. Uno de sus  últimos personajes, por cierto, ha sido el insaciable Strauss Kahn, alguien para quien tampoco nada era suficiente. La confesión de Depardieu ha salido en todas partes, pues esta forma de admitir algo que  cualquiera mantendría oculto, esta contabilidad del goce -que es la cuenta que nos culpabiliza- le da  cierta aura, lo hace más autentico.  Así son las cosas, parece decir, no pienso esconderme. Pero, ¿por qué bebe tanto este hombre? nos preguntamos. Su respuesta es otra sorpresa: bebo para  no aburrirme, dice. ¿Así que  este gordo lleno de dinero y fama, pensarán muchos, este hombre que lo tiene todo,  podrido de dinero, rodeado de mujeres, halagado en todas partes, tiene que beber como un cosaco (la comparación procede)  para animarse? El mundo es extraño. No parece que nadie se conforme nunca. Incluso podemos pensar  que quien más cosas tiene a su disposición, más pronto se hastía, como si el deseo se acabara. Como si el propio exceso fuera una confesión de que nada basta y que la dicha está en otra parte.  La vida es aburrida para  Depardieu,  y no sabemos si sentir compasión o llamarle blasfemo.  Bebo mucho, pero no pienso morirme todavía, ha aclarado,  y se ha ido a empinar tranquilamente el codo. 
(Publicado DN 29/9)

martes, septiembre 23, 2014

Take five

Como sigue haciendo buen tiempo bajo al parque y me siento en un banco a ver pasar  la gente. Un grupo de cinco hombres mayores avanza renqueante sobre la hierba, con las manos cruzadas a la espalda, hablando entre ellos. Como llevo los auriculares puestos y estoy escuchando una versión magnífica de “Take five”, de Desmond, un clásico del jazz, no les oigo. Uno de ellos se parece mucho al papa Francisco, otro a un dependiente de una tienda que quebró. Dos no me suenan. El más joven cuenta algo al resto en corro, que ríe.  Todos  parecen haberse puesto de acuerdo en la camisa de manga corta y la chaqueta al hombro. Ahí van los cinco de nuevo, take five.  A veces se juntan y se separan, como electrones en torno del núcleo y cuando algún corredor les adelanta lo miran con envidia. A cierta edad, observo, se anda  como si no hubiera ya rumbo: un rato hacia delante, otro hacia atrás, morosamente, con la sensación de que nadie espera y el tiempo ha desparecido. Se es libre por fin, pero un poco tarde. Podrían se viudos, si no fuera porque a diferencia de ellas, los viudos suelen serlo de uno en uno.  A alguno de estos hombres los he visto  algún mediodía, cuando vuelvo a casa, me digo.  A veces se sientan apretados en un banco y hacen comentarios sobre la gente que va apareciendo, como si apostaran.  Ahora señalan el cielo donde acaba de apuntar una luna como una percha en que podrían colgar la chaqueta. Hace nada era redonda, naranja, recuerdo, parecía de mentira. Cuando hay plenilunio se siente algo inquietante. Hawking, que está por aquí, ha anunciado algo sobre el bosón de Higgs, creo que el fin del universo. Si se manipula esta partícula a cierta velocidad todo el universo podría desintegrase. Llegaría el final. En cierto modo para este grupo ha acertado, pues para ellos el fin del mundo no está tan lejos. Los hombres miran ahora un punto, como si fuera aparecer algo, puede que el famoso bosón en forma de resplandor.  Uno pone la mano como visera, y todos quedan de pronto callados. Es simplemente el sol que insiste en ponerse, como cualquier día. Hay un largo minuto en que todos lo miran, absortos, hasta que se hace tarde.
(Publicado DN 22 septiembre)

domingo, septiembre 21, 2014

Monterroso

He leido -releido- mucho a Monterrosos esta temporada, casi todo lo que ha escrito. Puede que sea la lectura más distante de Handke, pero capaz de medirse con ella. Le dije a R este verano que había caido en cuenta de que "Obras completas" era un cuento formidable (tal vez por ser un cuento que me vino bien). R.,  que está preparando una charla con los 10 mejores relatos del siglo, me contestó que Monteroso era una de sus debilidades,  pero que no se atrevía a incluirlo en su canon de los 10 mejores cuentos. Monterroso es un escritor aplastado por uno de sus cuentos, el del dinosaurio, que uno se encuentra por doquier. Además es precursos de ese género que cuaquiera se ve en condiciones de ejercer, el microrrelato, y eso tampoco le ha hecho bien.
En you tube encontré una enttrervista que Sanchez Dragó le hizo hace tiempo en tele Madrid. Monterrosos-Tito- aparece como un hombre pequeñito, regordete, con grandes de gafas de pasta. Sus respuestas son escuetas, nada pretenciosas. Comienzan hablando de su estaura. "Desde pequeño he sido pequeño", dice con sorna Monterrososo. Luego hablan de su juventud en Guatemala de la que tuvo que huir por su oposición al dictador del momento, Ubico. "No me ubico", dice que pintó en una pared. Monterroso es un escritor autodidacta, que nunca pisó la universidad. Cuando de joven salía de su trabajo en una panadería, cuenta, se acercaba todos los días a la biblioteca nacional. Allí leyó a los clasicos latinos, dice, a Horacio, a Virgilio, a  los fabulistas.
"Como era una biblioteca muy pobre -dice- solo había libros buenos."

sábado, septiembre 20, 2014

El chino del dolor

En "El chino del dolor", de Handke, el protagonista es un profesor de lenguas muertas que apenas cuenta que ha chocado en la calle con alguien, y que lee al final del día las "Georgicas" deVirgilio.
"Los versos de las Geórgicas me vuelven a retrasar el tiempo o le dan otro sentido".
(Esa sensación al leer, pienso, de quedar suspendido, de no tiempo). 
Mas adelante señala que se ha dicho que Virgilio dio a luz sus versos "al igual que una osa pariendo" con el mismo esfuerzo de "relamer" a fin de darle su forma de existencia a la camada.
Hacer existir, reflejar la realidad de las cosas. Estimular en el lector, dice,   "la existencia de todo lo cantado".
"¿Acaso no llegan en este instante en cualquier lugar las cabras "traspasando a duras penas el umbral con sus pesadas ubres?"

jueves, septiembre 18, 2014

Cuando el centenario de Albéniz



Salí de madrugada de una fiesta, junto al río, y me llevé de regalo un melón de Villaconejos al que nadie había hincado el diente. La noche era cálida y luminosa, como si no fuera de Pamplona, y la luz de la luna se reflejaba sobre el melón y brillaba en sus recovecos de piel de sapo, y palpando esa fruta prodigiosa  fui recorriendo con los dedos todos los lugares de este verano: la noche de San Pedro,  la víspera de San Fermín, el hipnótico mar y  las dilatas tardes de la playa, la visión de un plato de gambas, el largo trago del gazpacho, la explosión del día de la Virgen, donde el país es una fiesta de toros y moscas, los luminosos días de septiembre, cuando todo vuelve a empezar.  Al entrar al coche dejé el melón en el asiento, y puse la radio y de pronto escuché la  inconfundible música de Albeniz, de quien se cumplen ahora  100 años de su muerte.  Albeniz era de Gerona, y fue un niño prodigio, y un incomprendido. Siempre se quejó del país, de su desidia, de la fría acogida de sus obras. España vive “en una petulante ignorancia” escribió en 1899. El pintor Ramón Casas le hizo un retrato  con sombrero hongo, barba y chaleco,  el paraguas colgante. Un señor que recuerda a Baroja y que nos trae el tiempo del Paris de los impresionistas, de Sorolla y Gutiérrez Solana, de los músicos Ravel o Debussy, sus contemporáneos, con los que  su  obra  se mide sin rubor.   Si Albéniz fuera francés, se dice, su  centenario sería fastuoso. No es el caso. España todavía tiene algo  de aquel país lleno de desidia e ignorancia, cruel y mal avenido, como si el tiempo le diera la razón al músico. Un país donde el verano es muy largo y los melones muy jugosos y los políticos muy hiperbólicos.  Estoy muy decepcionado con nuestra tierra y creo que será muy dificultoso volver, escribió Albeniz en Cambó Les Bains,  antes de morir.  Sobre la mesa de la cocina está el melón del verano por abrir, y al acercar la oreja se oye a lo lejos el mar, como si fuera una caracola.  

lunes, septiembre 15, 2014

Fandango

He visto que en la reunión que la plataforma “Libres e iguales” hizo en Madrid el 11S, mientras en Barcelona una marea humana, como suele decirse,    ocupaba la calle y hacía una gran V de la victoria, Boadella, encargado de la puesta en escena en Madrid, dispuso un piano en el escenario del Bellas Artes, y allí el músico Borja Mariño interpretó música española de Granados, Albéniz, Soler y  Amadeo Vives, que son todos ellos, aunque alguno no lo sospeche,  músicos catalanes, compositores de distintas épocas y estilos, todos ellos de primera fila, posiblemente el padre Soler el mayor músico español y Albéniz alguien al que es difícil no haber escuchado, y sus obras, las que se oyeron en el teatro en el acto de esta diada “a la  Boadella”,  para mas inri, se titulaban Fandango, Danza española, Granada y Dª. Francisquita, música española por los cuatro costados, lo que habla, tal vez mejor que todos los argumentos que se expusieron en el teatro, de todas esas razones con las que a veces parece que se predica en el desierto: la certeza de que lo que vaya a ocurrir en  Cataluña nos afecta a todos y debe ser decidido por todos, la convicción de que la paz civil y la convivencia son valores frágiles, costosamente alcanzados,  que no podemos tirar por la borda; más allá de todas esas razones  que enseguida decaen ante el fragor de las emociones, y el hondo sentimentalismo de la calle y las banderas desplegadas, mas allá de toda esa letra, podemos decir, se pudo escuchar simplemente la música en el piano, la que amansa a la fieras, el fandango, la danza española y la zarzuela, el programa que se le ocurrió a  Boadella, experto en poner el dedo en la llaga, como ya hizo al anticipar hace años en Ubu President la catadura moral de Pujol, y luego  la deriva política de sus herederos, esos que no sabemos adónde nos llevan,  así que frente a los discursos y las palabras gastadas, Boadella ha sacado a escena un  pianista y le ha hecho  tocar  una música  cuyo mensaje entiende todo el mundo, y que desentona más que nunca con la melodía que se oye en Cataluña cada vez más fuerte y  estridente.
(Publicado Diario de Navarra 15/9)

martes, septiembre 09, 2014

Politica

La lección más importante para un político es ésta: demuestra que realmente deseas la victoria. Si no es así, se va a notar y la gente no va apoyarte. Es parte de los consejos –es ahora momento-  que lanza Michel Ignatieff, un importante pensador político que, contra toda cautela, aceptó la propuesta de lanzarse a la piscina y cambió las aulas de Harvard por la lucha por la nominación como candidato del partido liberal de Canadá.  Ignatieff cuenta en su libro “Fuego y ceniza” como aceptó probar la política de verdad,  algo que solo había visto desde la barrera, y que es lo que se encontró: un mundo frenético, sin vida privada; una mezcla de vértigo y vanidad en que debes cuidar lo que haces y dices, donde serás mal entendido y peor juzgado, y donde nunca debes perderte en explicaciones ni mucho menos quejarte sino encajar y pasar a la ofensiva y donde  si eres muy afortunado, al final conseguirás vengarte. La política, para Ignatieff, es una mezcla de voluntad y suerte, y requiere una fortaleza, un tesón y una habilidad especial, que hay quien tiene y quién no.   Lo principal  del político es el manejo del tiempo,  el adaptarse  a sus cambios continuos e impredecibles y sacarles  partido. Lejos de sutilezas  académicas, aquí hay que decidir ya, a veces casi sin información sobre cosas que afectan  a miles, y tener el olfato  para  saber si el tiempo de una determinada idea ha llegado o no. Por lo demás, tener buenas propuestas está muy bien pero, como comprobó Ignatieff, el contrario puede desbaratarlo todo si logra llevar las cosas a otra parte. En su caso, por ejemplo, al sembrar la duda sobre su idoneidad  por haber vivido muchos años fuera,  en EEUU.  Puede que sea injusto, pero es política.  Algo  que no se puede hacer sin ideas,  pero para lo que ellas solas no sirven. Al dejar de contemplar la política desde fuera y  bajar a la arena,  probó la medicina que antes impartía y se convirtió en alguien distinto, en el fondo más comprensivo.  Su conclusión es de un gran respeto por  la política democrática, esa cenicienta, de su gran dificultad y del valor que requiere.
(Publicado DN 8 septiembre).

miércoles, septiembre 03, 2014

Bloqueo


Tengo bloqueo literario. Pasan las horas y no me decido por nada, no encuentro tema. ¿Qué es el bloqueo? Es empezar a escribir algo y de pronto saber que lo que uno va a escribir es ya previsible, que está prácticamente  escrito sin necesidad de darle a la tecla. Es haber llegado a un tope. Como el fin de agosto es más luminoso, todo fuera parece brillar como nunca. Salgo a la calle y las terrazas bullen. Con una caña en el alfeizar de la ventana veo pasar a la gente. Hay como un retorno a la ciudad, una efervescencia, una vuelta a clase, y al  trabajo.  Se nota que los arquitectos tienen menos encargos, que los médicos casi no curan, que los funcionarios tienen poco que hacer, que los becarios apenas cobran sus horas. Nada ha cambiado, pero todo es distinto. El consumo se ha reactivado, el optimismo renace. Se trata de una cuestión mental. Antes no se podía, ahora toca. No se. Es imposible escribir sobre esto cuando uno sufre un agudo bloqueo mental. Umbral, cuando terminaba su artículo a media mañana decía, liberado,  “ya estoy escrito”. Yo no estoy escrito y eso me amarga la tarde. La gente pasa de largo y se va depositando en las afueras de los bares, que es donde ahora está el ambiente. Recuerdo que un escritor venció el bloqueo literario cambiado de hemisferio cerebral: del izquierdo se pasó al derecho. Creo que era Hernán Casciari, un tipo interesante, que escribe de  futbol como nadie.   El derecho es el hemisferio  de la globalidad, de la imaginación. Para que el derecho comience  actuar es preciso que el otro relaje su vigilancia. El izquierdo no para de fijarse, de analizar, de hacer sus cálculos y sacar conclusiones más o menos lógicas. El izquierdo se hace el dueño a la menor. Para que el derecho actúe, hay que salir a la calle y dejar vagar la mirada sin pensar en nada, pienso.  Lo más difícil en esta vida es cortar la cadena del pensamiento, salirse de ella. Hay que entrenarse. A la terraza del Niza llega de pronto un viento fresco. Es hora de volver a casa,  me digo, a ver si  ambas partes hacen las paces.  Yo estaba viviendo con medio cerebro, escribe Casciari, y no me había dado cuenta.
(Publicado DN 2/9)

martes, agosto 26, 2014

Urra


El psicólogo Urra ha conmocionado el final de agosto con su sugerencia, luego matizada, de que los violadores y pederastas irrecuperables podrían ser invitados a suicidarse para evitar nuevas victimas. Puede que intentara agitar el debate, pero él mismo ha debido caer en cuenta que  esa  sugerencia traspasa el límite de la ley, que  sigue penando la inducción al suicidio.   Aquí no estamos ante un enfermo terminal que pide ayuda, sino ante alguien al que yo decido si tiene o no derecho a vivir. En la medicina, en la psicología en las terminales de la ciencia hay  siempre una pretensión de decirnos cual es la manera correcta, el protocolo previsto,  lo que favorece mi bienestar, lo que debo hacer, quiera o no verlo.  No se puede ser cómplice de un paciente o de un cliente que defiendo como abogado, pero no soy Dios, ni siquiera el dios laico de la razón, que sabe siempre lo que procede, para disponer de una vida.  Uno de los rasgos de un reincidente irrecuperable, lo dice también Urra,   es justamente la falta de culpa ante sus actos, por lo que esa invitación es probable que caiga en saco roto. En otro caso, si existe algo de culpa, si hay un atisbo de responsabilidad, tal vez no todo esté perdido.  Después de muchos años vemos a terroristas sanguinarios que reconocen el mal que hicieron, para el que estaban antes ciegos.  Esto no evita el problema que señala Urra,  el carácter irrecuperable de ciertos perversos, la imposibilidad de que todos nuestros bienintencionados dispositivos: la salud mental, la medicación, la rehabilitación carcelaria, la religión, etc. sirvan siempre. Es lo que hay. No todo, como a veces pensamos ingenuamente,  es culpa de la sociedad, la marginación  o la falta de recursos. No todo es posible curar. Existe la maldad, el deseo de hacer daño, el desprecio y la hostilidad en todos nosotros y en algunos fuera de todo freno. Como existe la ambición desmesurada,  la corrupción y la mentira social que quedan muchas veces impunes.  Detrás de las palabras de Urra está la necesidad de hacer algo, de no quedar desprotegidos, tal vez de  una mayor dureza –pero no pena de muerte-, en un mundo en que la brutalidad no cesa.  
(Publicado DN 25 agosto)

martes, agosto 19, 2014

Gente en sitios

Me recomendaron que fuera a ver “Gente en sitios”, una la película de Juan Cavestany que no tuvo, al parecer,  el éxito que se merecía y que ahora reponen en verano, y me encontré con un conjunto de historias mínimas, disparatadas algunas, bastante desiguales, que hablan del momento actual, de personajes de la gran ciudad, y ya hacia el final, en una de ellas,  reconocí de pronto a Monedero, el ideólogo de Podemos, hablando en un  taxi. La película,  según vi, era de 2013, anterior al bombazo de Podemos en la europeas, una premonición. La verdad es que Monedero lo hace muy bien, no desmerece de los actores que Cavestany logró convencer  para participar en este proyecto arriesgado y de bajo presupuesto (Marible Verdú, Alterio, Alberto San Juan, Santiago Segura y muchos más),  lo que confirma que en  un  profesor hay siempre algo de actor, una parte exhibicionista, un juego de seducción. Cavestany le deja hablar,  le saca jugo y  dice  que hasta los taxistas que le llevaban en el rodaje (no sabemos si quitaron la Cope) se lanzaron a discutir con  él. El alegato de Monedero le da un  aire político a la película, un tono documental. Tal vez “Gente en sitios” sea una película sobre la crisis, y hay sketches (el que lleva de aquí allá a alguien al que ha prometido trabajo, el parado que vende en los semáforos) que la retratan,  pero lo  que predomina  es la sensación de aislamiento, de imposibilidad,  de lo difícil que es ayudar a alguien,  de una especie de desmoronamiento. Desde el taxi, con sus gafas redondas y su aire infantil, Monedero habla de zombis y dice luego que el hombre es un animal que se ha hominizado pero no humanizado y que debemos sentir asco ante la injusticia. Recuerda al gran Zizek, pero sin tanto aspaviento. En realidad, es un  moralista. Alguien que tiene la pretensión de afearnos la conducta, de redimirnos de nuestros pecados aunque sea a nuestra costa. Quien iba a decir que este chico del taxi, al que no paran de poner a caldo, lanzándolo así al estrellato, iba a ser en estos tiempos confusos una especie de faro.
(Publicado Diario de Navarra 18 agosto)

martes, agosto 12, 2014

Fijarse

Como estaba de viaje, le compré una libreta a una mujer que intenta sufragarse un corto (así está el cine), apta para llevar en el bolsillo y con espiral arriba, como las que llevan los reporteros o los detectives en las películas, porque a pesar de tener muchas y de que ya tomo notas en el móvil, no pude resistirme. Con mi libreta paseo más tranquilo junto al mar, pue si se me ocurre alguna idea  no se me escapará. Miro alrededor. De reojo veo que los periódicos siguen hablando del Ébola y de Pujol.  Todo consiste en fijarse,   me dijo ayer  M., un escritor que no paraba de cambiarse las gafas de cerca y  de lejos para observarlo todo. Escribir es no conformarse con las apariencias. Escribir es fijarse. Al ir escribiendo,  además, es cuando uno descubre en realidad lo que piensa sobre las cosas, dijo.  He ahí una gran verdad. Aunque a veces escribiendo tampoco se concluye nada, salvo los que ya tienen la conclusión por adelantado. Ahora miro alrededor y pasa una mujer con un perrillo recién peinado. Con una dama con perrito escribió Chejov el famoso cuento que transcurre en un balneario. Todo está allí descrito con detalles asombrosos. En vez de fijarme, está claro, me voy por las ramas. Cierro los ojos y pienso que en realidad, fijarse, tiene dos sentidos diferentes. Hay que fijarse en las cosas pero también queremos fijar las cosas, hacerlas permanecer, intentar que no se las lleve la riada del tiempo. Una batalla perdida de antemano, pero que hay que librar. Eso es lo que está detrás del escribir, como lo está detrás de las fotos que no paramos de sacar, de los recuerdos que guardamos sobre el vajillero, de lo que ha sobrevivido en nuestra memoria. Miro al mar que ahora, como se ha nublado un poco, tiene un tono tornasolado. La gente pasea de un lado a  otro de la playa, y los jugadores de pala golpean una y otra vez las pelotas casi sin moverse.  Si uno no se fija bien, todos los veranos en la playa parecen un único verano sin final.
(Publicado DN 11 agosto)

lunes, agosto 11, 2014

Mascota

Cuando voy a casa me encuentro con J y su mujer  y un perro blanco, de grandes orejas, parecido aun zorro, muy fiero, que a duras penas contienen con la cadena pues ruge y va por mí. Es un bicho agresivo y desagradable, que da miedo. Mientras vamos andando se calma un poco. J  me cuenta que no logran que deje  de ladrar y que tiene la manía de atacar siempre a gente que va en bici. No entiendo que hace con un engorro así. Me dice que  es de su hijo, pero como tiene poco tiempo para ocuparse de él, lo hacen ellos casi siempre. Es incomprensible. Es como una muestra del poder que tienen los hijos y de lo fácil que nos ponemos a su servicio. Viendo babear al perro, que vuelve a gruñir,les digo que debería llevar al chucho a un psicólogo de perros. Es una broma, pero él  me dice que ya lo han hecho, que fueron donde un coach o entrenador que intentó corregir su comportamiento, sin gran éxito, como puede comprobarse. Cuando salimos por la puerta de la ciudadela aparece un mujer que viene a su encuentro, según ellos, “a pasear también al perro”. Veo que la mujer hace grandes fiestas al perro que vuelve a dar saltos tirando de la cadena, babeando.  Aprovecho para irme a paso ligero.

domingo, agosto 10, 2014

Mas

Parece que  en la pasada reunión entre Mas y Rajoy, el primero  le entregó un documento con una serie de “temas prioritarios”, en concreto 17 páginas de peticiones, entre ellas una lanzadera al aeropuerto de Barcelona, un corredor mediterráneo, el cuarto cinturón, etc., y unos  3.996 millones a cuenta de no se qué  disposición del Estatut. Además, el documento pide no aplicar en Cataluña la última ley (por el momento) de educación, la LOMCE, y  aumentar el déficit catalán del 0.7 al 1,7 en 2015. Todo esto es muy raro. Es como si una pareja que se cita para ver si pueden o no seguir juntos se pusieran a hacer planes para el futuro. Ha costado casi dos años que ambos  se encontraran, todos estamos en vilo ante una consulta en puertas y la posibilidad de una secesión,  y ahora llega con un portafolio de temas varios. No se sabe si primero hablaron del referéndum y luego del documento o si fue al revés.  Pensábamos que la  verdadera aspiración a Mas y compañía era crear otro país más pequeño, un país que por fuerza sería muy parecido al que dejan, pues de ninguno de nuestros males se libran allí, como se ha visto estos días,  pero entonces no se entiende cómo antes se puede pedir  una lanzadera, sea esto lo que sea, o una porrada de millones. Eso sería del género tonto, como pagar una comida a la que uno no va a asistir.  ¿Para que pedir que no se apliquen leyes o compromisos, si en noviembre me voy a liberar de todo  ello? ¿O es que si se atiende mis peticiones  se para todo? Seguro que en esos 17 folios hay cosas que se piden con razón, pero si se piden al estado, será porque se piensa seguir en él y asumiendo que los demás también tendrán su lista y algo que decir. Dicen que no se avanzó nada en la reunión,  pero lo cierto es que Mas salió distinto que otras veces, como si Pujol le hubiera contagiado algo de vergüenza. Hay algo que se ha venido abajo en el catalanismo, una caída de careta, un fiasco de lo que siempre se presentaba como digno y honesto, otro nivel. “Hablando se entiende la gente”,  es lo que ha dicho Mas  a la salida, que fue lo mismo que dijo el rey a Benach hace unos años, siempre lo mismo.
(Publicado DN 4 agosto)

martes, julio 29, 2014

Descartes

Compré para llevar a la playa una edición de bolsillo de “Los huesos de Descartes”,  un libro delicioso, ya de hace un tiempo,  en el que se investiga la desaparición de los huesos del filósofo, desde su entierro en Suecia, donde había acudido llamado por la reina Cristina, su traslado a Francia y su incierta suerte durante el periodo revolucionario y los años posteriores, cuando se descubre que falta el cráneo –una broma macabra para el inventor de la razón-  lo que el autor aprovecha para hacernos ver como surge el pensamiento crítico, a partir de esa  duda metódica cartesiana que conduce al rigor de la ciencia,  y la batalla que se libra en la actualidad entre la razón y los viejos y nuevos fundamentalismos, a la vista de que el triunfo de modernidad, que iba a ir liberando  a todos los pueblos de prejuicios y ataduras, no parece que  esté nada  claro. Un libro, pues, recomendable para el verano -ya que alguno me pide consejo- un refugio ante la galerna, la torrina y las deprimentes noticias de la tele, aunque llama  la atención  que en la contraportada se le catalogue de novela, y  se recomiende como un relato policíaco  fascinante, algo que es más que dudoso, pues no se trata para nada de una novela, aunque no sepamos muy bien que es tal cosa, ni mucho menos policíaca, pues no tiene nada de ficción. Se trata de un  reportaje filosófico, una hábil  introducción al pensamiento europeo y la modernidad. Puede que presentarlo  como relato  policiaco sea un reclamo comercial, pero también es algo que trae mucha cola: desde siempre preferimos las historias a los conceptos, la mayoría de las ideas y categorías que manejamos nos viene envueltas en narraciones -basta pensar en los evangelios-, nuestra propia vida no deja de ser un relato de un solo ejemplar,  lo narrativo nos puede, y dentro de él lo policíaco es hoy el género de mayor éxito. Esto, por cierto,  no deja de tener que ver con Descartes, no en vano nuestra cultura, tan cartesiana, requiere siempre pruebas para creer, busca respuestas por todas partes y para ello  sigue la pista como un detective,  en este caso a partir de unos viejos huesos.
(Publicado DN 28 julio)

lunes, julio 21, 2014

Manifiestos

Voy a comprar el pan, por la mañana, y por el pinganillo escucho la guerra de manifiestos ante la situación en Cataluña, y la próxima entrevista entre Mas y Rajoy, un encuentro casi en la tercera fase. Tenemos el manifiesto de la plataforma “Libres e iguales”, con Vargas Llosa, Savater, Redondo etc. por un lado, que denuncia que  el desafío secesionista está ganando por incomparecencia del contrario, y que hace falta un debate público sobre el fondo reaccionario del nacionalismo y sus consecuencias para la libertad y la igualdad de los ciudadanos y del otro, con Sartorius, Garzón,  Almudena Grandes etc, de corte, digamos,  federalista, que propone una nueva organización territorial donde Cataluña pueda sentirse cómoda, una especie de sofá nuevo donde hasta los independentistas se sientan sus anchas, lo que sería un momio.   Esto me recuerda a que hace poco leí con sorpresa que J.K. Rowling, la autora de Harry Potter, había  aportado  un millón de libras a la campaña Better toghether, mejor juntos, que se opone a la separación de Escocia del Reino Unido.  En España es posible firmar manifiestos de todo tipo, incluso sin leerlos, pero no es concebible que alguien de un dinero para algo así por. Apostar a que el país siga unido frente a quienes quieren desmembrarlo, con los interrogantes y los riesgos que eso supone,  es desde luego una causa lícita y noble, pero a nadie aquí se le ocurre rascarse el bolsillo por ello. Eso siempre es cosa de otros, de los políticos y las instituciones, de quien sabe quién.  Puede que se trate del famoso pragmatismo anglosajón, que hace mucho tiempo separó los caminos de las Islas y del continente, pero lo cierto es que  nuestra cultura el compromiso público  nunca se ha entendido así.  Nuestra tradición es más bien la de un cierto incivismo, hasta el punto que involucrase en una causa, incluso firmar un manifiesto, es algo sospechoso. El incivismo, es decir, el desentenderse de los asuntos comunes, la convicción de que es mejor  pasar, no involucrarse, callar, es, junto con el particularismo, que quiere a  cada uno en su territorio y su excepción, nuestro rasgo diferencial. Better Together.

(Publicado DN 21-7)

martes, julio 15, 2014

Bill


El americano Bill Himan, al que vimos saludando desde la camilla tras recibir varias cornadas en el tercer encierro de este año, es  autor de un libro que explica “Cómo sobrevivir a los toros en sanfermines”, lo que generó bastantes comentarios e incluso chanzas en las redes sociales. Algo así como si un analista de bolsa se arruinará en el parqué. Bill es más joven, pero pertenece a ese grupo de  entusiastas de la fiesta de varios países, sobre todo americanos,  a los que este periódico nos mostró reunidos antes de sanfermines en la casa que uno de ellos, Noel Chandler, tiene en la Estafeta, con  el champán preparado para el día 6, en que iba a recibir ir a un montón de amigos. Noel y los demás son gente curtida,  con muchas historias que contar, que viven aquí y allá: un fotógrafo que trabaja en Israel,  un ejecutivo jubilado, un profesor de literatura en Paris, y  llevan muchos años viniendo a Pamplona, enganchados a una fiesta que les deslumbra.  Todos ellos tienen el aire de haber salido de una página de Hemingway, aunque no sean tan convincentes, no en vano la ficción es siempre más real que la realidad misma y los tiempos de Fiesta son remotos. Alguno de ellos  escribe también, creo, en el libro en que Bill explica, antes de acabar en camilla, cómo sobrevivir a los toros en Pamplona, algo que requiere cada vez más advertencias pues,  como reconocen  Chandler y compañía, ya es casi imposible correr en una carrera tan masificada.  Sin embargo,  sobrevivir es bastante sencillo, ya que en realidad basta con no aparecer por allí. Elegir entre dejarse arrastrar por la tradición, por el vértigo de jugársela y salir vivo, o desistir de todo eso,  sigue siendo el dilema. “Estar cerca de la muerte te hace ver la vida más bella”, es la idea que arrastra hasta aquí cada año a  Chandler y sus amigos, algo que resulta muy seductor, pero que me recuerda también a aquel personaje de Melville, el autor de Moby Dick, capaz de negarse con elegancia a casi todo. “Preferiría no hacerlo”, era su máxima.
(Publicado DN 14 julio)