lunes, junio 05, 2006

Blake

Hice todo lo posible, pero al final no pude resistirme y fui a ver al mago y mentalista Blake en el Gayarre. Dicen que este hombre acertó el gordo de navidad de hace unos años, si bien nunca se ha explicado por que no compró el número. En la sala había un tipo de gente muy distinta a otros espectáculos: parejas de enamorados, familias enteras, adolescentes, sudamericanos, algún barbudo. Era un publico popular, discreto, muy colaborador que, contra toda prudencia, se animaba rápidamente a salir a escena cuando Blake pedía voluntarios. En pocos espectáculos como en la magia, por cierto, el espectador cuenta tanto en la trama. Blake, vestido de negro, comenzó escogiendo contra el calculo de probabilidades la llave que abría el cofre, adivinó los números del DNI de cinco sujetos, hizo con ellos un juego matemático, adivinó el pensamiento, desveló los recuerdos que cinco mujeres habían escrito en un papel, bordó un número de costosa telepatía, en el que descubrió un falta de ortografía en el mensaje mental, falló alguna vez, tal vez para dejara claro que era mortal, y exhibió una gran labia y una elegancia de galán maduro. A mi juicio debió hablar menos y mostrarse más concentrado y hasta un poco ausente, como los magos más clásicos, tipo Mandrake. La gente se veía complacida, no entusiasmada, y en los que subían a escena había una expresión de sorpresa e incredulidad. Todo los que estábamos allí esperábamos, confusamente, algo extraordinario, o temíamos, contra toda lógica, que ese hombre nos mirase a los ojos y supiese ya todo sobre nosotros, que es uno de los temores que arrastramos todos y que mas nos irritan. A la salida un padre mostraba su escepticismo. Había cámaras ocultas, decía. Su hija lo negaba y le reprochaba ser tan incrédulo. En el fondo estaban un poco tristes, como si supieran uno y otro lo que pensaban sin decirlo, como el mismo Blake, o tal vez porque ya era domingo por la noche y volvía la vida de todos los días.
(Publicado en DN el 5-VI-06)

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