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Libro de A.Floristan sobre la Ribera. 1951. |
Alfredo Floristán, ilustre geógrafo de Arguedas, se refirió en alguno de sus muchos escritos a Navarra como una “charnela”, que es una vieja palabra que hace referencia a la bisagra, al gozne, la unión de dos cosas distintas que así se articulan y se hacen inseparables. La charnela es lo que las mantiene juntas, y si falla, las partes ya no sirven. En todos lados existen contrastes, pero tal vez Navarra, como es sabido, los tiene en extremo y ya desde antiguo se diferenciaba el saltus y el ager: el bosque y el llano, el sol y la sombra, la montaña y la ribera, el vasco y el romance, lo atlántico y lo mediterráneo; dos caras distintas, difíciles de conciliar, incluso de entender para los que pretenden una sociedad idéntica y homogénea. Las actividades humanas, el carácter, las costumbres, se diría que pertenecen a países distintos. El ager es una llanura permeable a otras culturas. El saltus es más reacio, casi impenetrable. El ager domina, el saltus guarda las esencias. Que Navarra se hubiera mantenido durante siglos, a pesar de esta disparidad, es una proeza. Caro Baroja se asombraba de su pervivencia, señalando que apenas algunas instituciones y leyes le habían servido de argamasa. Más que un destino natural, este pequeño país existe por voluntad de los hombres -lo que es una lección- y ha tenido que afanarse en la construcción de puentes, de relaciones, de soluciones comunes y equilibrios. En el fondo, las cosas han cambiado poco. Si miramos un mapa de la época romana con el saltus y el ager, se parece mucho a uno actual en que se refleje la zonificación del euskera, o el que muestra el reparto del voto. En el saltus ganan los partidos nacionalistas, mientras que el ager navarrista se va poblando de manchas de saltus. En estas elecciones, por primera vez el saltus, por llamarlo así, ha ganado al ager y le ha llegado la hora de la verdad, en la que ya no basta con jugar a la contra. Ahora tiene su momento y su dilema. Si olvida mantener la charnela, si no se atreve a defraudar a los suyos, puede que cuatro años sean más que suficientes.
(Publicado DN 1 dejunio)
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