jueves, marzo 09, 2006

Linda Graciela


El espléndido techo del casino principal. A los lejos se oye cantar: todo por tí, todo por ti, linda Graciela, de Compay. Día muy triste. En el Sario, alguien me ha escrito en un papel: Elvis Costello & the brodsky quartet. No se. no creo que sea capaz de ir hoy a una tienda de discos. El hombre, en el salón del casino, me dice que hemos metido la pata. Siempre cagándola, dice. Algo habría que haber hecho hace tiempo. Le digo que me es igual, que no pasa nada. En la Plaza del Castillo han colgado unos carteles de los escuálidos árboles en los que pone: tenemos derecho a un lenguaje no sexista. Un derecho más para un catalogo ilusorio. Hay una cariátide en el techo del casino que me recuerda al Musik Verein de Viena, pero sin dorar. Recuerdo al airado M.L. denigrando los valses de año nuevo. No sexista. En la silenciosa biblioteca del casino, tapizada de verde, es posible ver la foto de Maria Teresa (no de Austria, sino de la Vega) bailando en Kenia. Algo espantosamente sexista. Las chicas de la mano, sonrientes, haciendo de misioneras, inculturizándose en tierra de infieles. En el aire hay un suave perfume a ablación clitoridiana. El hombre sigue hablando: siempre hacemos mal las cosas por no contar con él. De reojo, vemos una partida que se está poniendo tensa. Me pregunto si yo seré igual dentro de unos años. Pero luego, enseguida, me cuenta el portentoso proceso electoral del casino. No sé porqué me encuentro ya mucho mejor. Todo es terriblemente sugerente bajo este techo. Tal vez a lo único que aspiramos es a un techo bajo el que cobijarnos.

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