miércoles, abril 15, 2015

Borgen

Rosa Díez dijo con despecho, tras lo de Andalucía, que lo que le pasaba a UPyD es que era un partido español pensado para Dinamarca, y claro, no hemos sabido estar a la altura. Garicano,  el sabio de  Ciudadanos,  ha dicho por su parte que nuestro objetivo es tratar de ser como los daneses, y no como Venezuela. Está claro que lo danés está de moda, entre otras cosas por la serie Borgen, que retrata la política de aquel país pequeño y bien ordenado y la historia de la primera mujer  que llegó a dirigirlo. Lo danés seria nuestro reverso, el objetivo de un país culto e igualitario, con un alto nivel de vida y una  economía productiva, en el que, para colmo,  todo el mundo es guapo. Un país que nos pone un poco rabiosos, como el empollón de clase.    Pero  lo mejor de Borgen, a mi juicio, es que ofrece una visión realista de la política,  de sus enredos  y sus batallas y de las víctimas  que va dejando por el camino, y de cómo esto se entrecruza con la vida privada. La primera ministra  se cuela en la lista de un hospital, se separa de su marido o tiene problemas con sus hijos y eso salta en seguida a los medios, se convierte en motivo de ataque de los adversarios, afecta a la visión de los ciudadanos y a su voto. La política, salvo en Corea norte,  supone estar siempre bajo los focos,  tener que dar explicaciones por todo, contratacar.  Estar bajo la lupa  es el coste de la política democrática,  donde es difícil guardar secretos y todo es significativo. Deslindar donde poner el límite a ese escrutinio es muy difícil.  Tal vez la prueba de esto sea aquí el caso de López Aguilar -donde, desde luego,  no nos corresponde hacer de jueces- con esa mezcla entre lo que sería íntimo y particular en él, con aquello que el ciudadano tiene derecho a saber. Es una trama digna de Borgen que  un ministro que impulsó una dura legislación contra la violencia machista, a la que se acusó de no ser muy delicada con los derechos del acusado, se vea ahora obligado a probar de su propia medicina. Saber si un político ha sido o no congruente con lo que predica, aquí como en Dinamarca, he ahí lo que de verdad importa.
(Publicado DN 13 abril)

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