martes, abril 14, 2015

GINKGO



En Pamplona, junto al patinódromo de Antoniutti, o en las cercanías del café vienes en la Taconera, desafiando a un frío que  no termina de dejarnos, el ginkgo biloba ha comenzado brotar. Este árbol notable, cuyas pequeñas hojas recién salidas son como un abanico hendido, dicen que  ya existía en el jurásico y que llegó a convivir con los dinosaurios. Procedente de China, el ginkgo llegó a Japón junto con el budismo y es un árbol común en los apacibles aledaños de esos templos que aman el follaje, las piedras y el estanque. Llamado arbre des pagodes y temple tree, fue Linneo quien lo llamó "ginkgo  biloba", por el doble lóbulo de su hoja, en su célebre clasificación de las plantas de 1771. Lo cierto es que este árbol  es ya común en las ciudades debido a una de sus principales características: su extraordinaria resistencia. Se puede ver amarillear este árbol en Tokyo y en Nueva York, entre rascacielos, pues la contaminación y el veneno letal de la gran urbe no le inmutan. En el mismo Japón, al parecer, se cuenta  que todavía no se ha visto morir a un Ginkgo de muerte natural, si es que alguna muerte lo es. De hecho, allí subsiste un ejemplar de Hiroshima que resistió la explosión de la bomba atómica. En la primavera siguiente a  ese fatal 6 de agosto de 1945, ese joven ginkgo que adornaba un templo que quedo arrasado, volvió a brotar como si tal cosa. De muchos Ginkgos se cuentan proezas portentosas, y su gran fortaleza, su aparente inmortalidad, casi, han hecho que sus raíces y hojas se utilicen desde antiguo con fines curativos. La farmacopea china, que junto a la medicina de ese pueblo nos sorprende por la aparente modestia de su arsenal terapéutico y con la paradoja de la longevidad de sus gentes, emplea el ginkgo para problemas circulatorios, respiratorios y otros. Un poco más acá, en el ilustrado occidente, la ciencia estudia sus principios activos que parecen desafiar la ley de la entropía. Ya hace tiempo, por lo demás, el ilustre Goethe dedicó al ginkgo un poema en el que abordó el tema del uno y del doble -que tan grato sería, por cierto, años después a Borges- basándose en el doble lóbulo de su hoja que es a la vez una y dos cosas.
(Publicado 2004)

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