martes, junio 09, 2015

Amnesia

La posible entrega a Bildu de la alcaldía de Pamplona ha tenido mucha repercusión en los medios por las torpes y ofensivas palabras de Iglesias, acusando a los regionalistas de corruptos y de servirse del dolor de las víctimas, lo que ha indignado en especial a María Caballero, quien es claro que no está ahí para servirse de nada, sino para poner voz a lo que su padre defendía y no le dejaron, lo cual es una de las causas más nobles para estar en política, y tiene además razones para desconfiar de la solvencia democrática de Bildu y de su sensibilidad ante las víctimas, quizás ahora más que nunca,   porque este grupo ha tenido una buena oportunidad para quitarse de encima estas suspicacias y acreditar que estamos de verdad en un nuevo tiempo y no lo ha hecho. Bildu cuenta  con un candidato a  alcalde que ya en el año 1998, tras el asesinato de Tomás Caballero, firmó, como hemos sabido,  una carta condenándolo -algo que alguno de los que se van a sentar con él no han hecho todavía, lo que supone una corrupción moral, por cierto, mayor que la económica- pero  que, lejos de mostrar orgullo por ello; en vez de invocar esta  carta como coartada de su distancia con aquellos que  no respetaban la vida;  teniendo la  mejor prueba de que él siguió  otra trayectoria y tiene otro talante; en vez, en fin,  de sacar pecho, es como si se avergonzara de ello y  temiera pasar por tibio ante los suyos  y ahora resulta que no se acuerda de haber firmado aquella carta, sino que sufre amnesia selectiva,  dice que no sabe en qué contexto lo hizo –como si fuera posible olvidar el contexto de aquellos días- y que todas las violencias son   rechazables etc. Que distinta esta posición, que resulta tan vieja y frustrante,   de lo que acaba de hacer Urkullu, por ejemplo, pidiendo perdón por haber tardado tanto en comprender el dolor de las víctimas.  Eta se va diluyendo en el pasado y hay  una especie de amnesia colectiva, un querer  pasar página  y superar el pasado.  El tiempo parece borrarlo todo y no se puede nada contra él.  Solo ciertos olvidos resultan imperdonables.
(Publicado DN 8 junio)

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