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Goirigolzarri |
Salgo un rato del aula de la Magdalena, y mientras veo el mar rizado con el otro ojo leo las noticias en el móvil, que es algo sobre lo que se estaba discutiendo dentro, sobre el final de los periódicos tradicionales, sobre la circulación de la información como si fueran corrientes marinas en las que hay que pescar, merluzas o atunes, al gusto y repaso en un rato las novedades. Parece que en Pamplona, Podemos y compañía van a bajarse el sueldo. Basta de palabras, un gesto, escribió alguien. Eso está bien, porque hasta ahora habían pecado de un exceso de retórica, cuando lo que está en juego son los hechos. Antes llegaba un político nuevo al cargo, se hacía una foto con la familia, exponía sus buenos propósitos, invitaba a un vermú y santas pascuas. Ahora el que llega no llega solo, sino como la encarnación de algo nunca visto, como el advenimiento de lo nuevo y de la regeneración más completa. La corrupción, el mal, siempre son los otros, como decía Sartre del infierno. Nada que ver con el pasado, aunque alguno venga directamente de él. Mientras paso página, es un decir, veo correr a los fotógrafos hacia un coche del que baja a un tipo flaco y de gran nariz, parecido a Cyrano, en el que reconozco a Goirigolzarri, el banquero. Lo cierto es que este hombre, pienso, debe ganar un dineral. Posiblemente más de lo que gane un ayuntamiento completo en toda su vida. Me pongo a mirarlo en el móvil, ahora que todo está al alcance del pulgar. En efecto, un dineral. Un agravio para lo que pasa en el mundo. Por otro lado, piensa mi parte cerebral pragmática, que nunca descansa, resulta baratísimo si tenemos en cuenta lo que este hombre no está ahorrando al hacer de Bankia una entidad rentable, sin que el estado tenga que inyectar más dinero. Lo que la política estropeó, él lo está logrando enmendar. Mientras habla con la prensa sopla un vientecillo que se lleva sus palabras hacia otro lado, puede que a la nube. Creo que Carmena, después de hablar con él, ya ha desistido de crear un banco público. El destino de un político es ir perdiendo retórica y subirse el sueldo.
(Publicado DN 22 junio)
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