lunes, octubre 04, 2010

Octubre

Todos los años al llegar octubre, siento que es ahora cuando debería tomarme las vacaciones, que este es el mejor momento, pero es justamente ahora cuando comienza el curso, las obligaciones crecen como las setas y se acentúa ese aire severo que tiene Pamplona desde final de septiembre hasta adentrarse en junio (en Pamplona, me dijo hace tiempo un amigo de fuera, todo el mundo parece siempre muy preocupado). Quisiera estar libre ahora, sin obligaciones, y así –fabulo- mientras me decidiese adonde ir, aprovecharía para subir no se qué monte, me dedicaría a esquivar los cazadores, tocaría las hayas, olería las setas, y vería como todo pierde peso, hoja, brillo, hasta quedar como dormido. También iría a la vendimia, desde luego, a ver llegar los remolques de uva y sentir los potentes olores –esta es, desde luego, la estación de los buenos olores- y escuchar lo que se dice. En realidad haría más o menos lo que ya hago, pero de una manera más seria, más intensa. Ahora soy un amateur del otoño, y me gustaría, aunque sé que es difícil, llegar a ser un profesional. Hace días, por ejemplo, ya probé las uvas que colgaban de la vid en espaldera, en una finca junto a Montejurra. Había llovido hace poco y el campo parecía recién dispuesto. Desde el jardín miramos el monte carlista, con sus grandes lajas de roca que parecen cuchillos, y a alguien le dio por pensar en el significado de aquel lugar, en las batallas que se han dado en los alrededores, en la potencia que los grandes argumentos de la causa carlista han tenido en nuestra historia: Dios, Patria, Fueros, Rey. Esas palabras colmaron el pecho de miles de jóvenes; por ellas han matado y muerto cientos de antepasados nuestros, aunque apenas nadie las quisiera recordar hasta hace poco, y ahora, de pronto, al socaire de la memoria histórica, vuelven de nuevo en reportajes, libros, y programas de televisión –Requetés de las trincheras al olvido, un digno ejemplo- en medio de la añoranza de algunos y de un cierto pudor general, como si nos costara ver el pasado tal como fue.

(Publicado 4 octubre 2010)

Princesa

Cunde la alarma por el dato de que Belén Esteban, princesa del pueblo, lograría ser la tercera fuerza parlamentaria en unas elecciones. Seguramente ella ya sabe, o le han explicado, que sería una estupidez presentarse, y que una silla en TV es mucho más importante que una en el Parlamento, y que allí, entre comisiones, expedientes, pactos y aburridos papeles, su desparpajo se apagaría enseguida. Poco pintó -salvando las distancias, que son muchas- alguien como Labordeta, que estuvo allí ocho años más bien mortecinos. Por no hablar de Ruiz Mateos, o Gil, quienes ya sucumbieron al fuego lento de la vida pública. Hoy las cosas importantes no suceden en el Parlamento sino en el mundo virtual, en los medios, en las redes, en los lanzamientos mediáticos. Hoy interesan personajes como la Esteban o Mourinho, por ejemplo (los dos protagonizaron el mismo día grandes reportajes en tv), con los que la gente se identifica, envidia, ama u odia, y que logran una enorme influencia de la que pueden sacar partido y dinero, y a cualquiera de ellos una carrera política lo único que les daría es la puntilla. Este es el mundo de las apariencias, los mensajes efectistas, las grandes audiencias y los acontecimientos planificados, donde vale más, como sabemos, una buena foto que algo de contenido y por eso, aunque nos alarma el fenómeno Esteban, no debiera extrañarnos tanto, pues no es sino el extremo deformado de lo que ocurre en todas partes, incluida la política, que también se rindió hace tiempo al dictado de de la notoriedad y la imagen por encima de cualquier otra cosa. De forma machacona, por ejemplo, se insiste en que Trinidad Jiménez debe ser candidata en Madrid, porque es más conocida por el público que Tomás Gómez, y cuando este propuso un debate entre ambos, nadie le hizo el menor caso. ¿Un debate? ¡Que cosa más rollo y anticuada! Aquí, allá y en todas partes se trata de encontrar un candidato que brille más que el contrario, aunque no se sepa bien para qué. Pues eso.

(Publicado 20 septiembre 2010)

jueves, septiembre 16, 2010

Boby Fisher


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Ha muerto Fisher, a los 64 años (uno por cada ficha del tablero, se ha dicho), en Islandia, un lugar lejano e inhóspito, donde su paranoia le había confinado hace tiempo. Fisher era un genio, una persona de una inteligencia deslumbrante, lo que siempre es sinónimo de infelicidad y a veces de locura. Los hombres inteligentes son como esas mujeres bellas que cohíben a todo el mundo y a las que nadie se acerca. La gente muy inteligente suele ser muy pobre emocionalmente e incapaz de manejar sus vidas. Fisher, que derrotó por su cuenta y riesgo al imperio soviético, (cuando la superioridad rusa en ajedrez era el orgullo del sistema) era ya entonces un hombre atormentado, insociable, con un duro pasado en que fue abandonado por su padre (los niños abandonados, declaró una vez, se vuelven lobos) y vivía siempre en guardia ante supuestas conspiraciones para acabar con él. Ganó a Spasky, y décadas después éste fue a visitarle a Islandia, donde ha vivido los últimos años tras desobedecer y jugar de nuevo el título mundial en una Yugoslavia en guerra, pero no sé si logró que Fisher le recibiera, pues temía alguna trampa. Las fotos que hemos visto ahora de Fisher nos muestran a un barbudo de cara labrada por el aire libre o tal vez por la permanente angustia. La aparición de esta cara después de años de esconderse, me ha recordado a Salinger, ese mítico escritor que nunca aparece en público y del que apenas hay imágenes. También me ha recordado a el solitario, ese delincuente que estos días ha venido a declarar a Tudela por el doble crimen de Castejón. También la inquietud que provoca el solitario deriva de su inteligencia, de la frialdad con que parece cometió sus crímenes, de su rigurosa preparación, del disimulo con el que elaboró una doble vida con la que engañó a todos. A veces somos muy duros con la mediocridad y la torpeza en nuestra vidas, con las limitaciones de la gente o, sin ir más lejos, de los políticos, sin caer en cuenta que a veces es la poderosa inteligencia la que nos ha traído el horror.


jueves, enero 18, 2007

El gran Silencio

Siempre que explota una bomba se escucha después un gran silencio. Éste dura apenas unos segundos, y va acompañado de un zumbido dentro del cerebro y de una nube de humo en la que no se ve nada, así que uno no sabe si sigue vivo o ha alcanzado el limbo. Luego el humo se va disipando, y vuelven los sonidos, el ulular de las alarmas que han saltado, las sirenas, el lloro de un niño, algún ladrido. En la tierra de nadie de la bomba huele a plastilina quemada y a metal, como si fuera la consulta del dentista. Durante todo el año, y en especial estos días de Navidad, el mundo está lleno de momentos como estos, en que la carne quemada asciende a los cielos, decenas de inocentes pierden la vida y ocasionalmente se ejecuta a algún tirano con una soga de cáñamo. Después del silencio de una bomba, si uno no se ha quedado dentro de él para siempre, con cinco plantas de aparcamiento por encima, siguen las declaraciones, los testimonios, el sufrido trabajo de los bomberos o del Presiente del Gobierno quien declara que también va a trabajar por la paz con más energía que nunca, tal vez como el cornudo que proclama todavía su fe en el matrimonio. Un bombero va reptando en busca de victimas, entre la chatarra retorcida y en su avance encuentra las palabras grandilocuentes que sirvieron hasta ayer, achicharradas. Hará falta algún tiempo, supongo, para que algún tonto de guardia las vuelva a poner en circulación. De momento nos merecemos un momento del silencio. En los cines, estos días, se estrena una película que muestra la vida de los monjes cartujos en el monasterio de la Grand Chartreuse, en los Alpes. Estos monjes viven con una gran sencillez, sin apresurarse nunca, y bajo un riguroso voto de silencio. Les vemos cortar la leña, partir el apio y meditar en la celda, mudos y con una leve sonrisa. Vemos cómo amanece en los Alpes todos los días para estos monjes, que oran bajo el impávido cielo estrellado, esperando una voz y compadeciéndose de nuestra vorágine.

jueves, diciembre 21, 2006

Estilos


Todo en la vida es cuestión de estilo, porque el estilo es el hombre (y la mujer) y está el estilo de vida okupa, por ejemplo, que ha explicado la ministra Trujillo, y está el estilo despeinado, vasco, católico y pasional de Loyola de Palacio, una mujer que también tendía a ocuparlo todo, a llegar a todo, a entregarlo todo a las cosas en las que creía. Loyola es un ejemplo de que la derecha puede ser heroica y tiene un camino por delante, sobre todo desde que la izquierda se aleja del mundo y se hace más conservadora, (hay en el progre siempre un pánico a que algo de su esquema mental cambie). Loyola representaba algo profundo que se quiere olvidar, y que es esa forma vasca de ser español, que es siempre una forma extraordinaria, unamuniana, exagerada. Un castellano siempre es derrotista respecto a España, mientras que un vasco sea Loyola, el socialista Prieto, Jaime Mayor, Rosa Diez o el propio Meabe siempre es entusiasta, como si supiera que el problema de lo vasco es siempre cerrarse sobre sí mismo. Hay quien quisiera borrar todo lo vasco español, sin comprender que eso es también lo propio y está en la memoria, en la sangre y en la cultura de lo vasco y no puede desaparecer, como no va a desaparecer lo euskaldun porque ambas patas han hecho y son el país. De este vasquísimo español ha escrito Fusi en su libro Identidades proscritas, explicando que es lícito ser vasco, irlandés, escocés o quebecois sin ser nacionalista. Ser no nacionalista no es un mero "no", sino una forma de instalarse en el mundo fuera del estereotipo, sin necesidad de politizar nuestra identidad, pudiendo ser letones o navarros sin tener que hacer de ello nuestro centro vital; una forma de tomar distancia de un nacionalismo que siempre termina, tal como explica Fusi, produciendo la división en una sociedad, lo cual es una de las evidencias que pocos dicen en alta voz. No es el caso de Loyola, quien se ha ido de pronto y sin meter ruido, y ha sido enterrada bajo una lluvia de elogios. Sería una cobardía no recordarla.
(Publicado en DN, XII-06)

sábado, diciembre 16, 2006

Puente


Casi todos los años por estas fechas acaricio la idea de coger un puente de verdad. Quiero decir, un puente para no volver, un camino sin retorno para cambiar de vida de una vez. Cambiar de vida es lo que hay detrás de todas las caravanas de tráfico, de toda la gente que terminan tirando bolas de nieve desde la cuneta, durante el atasco. Cambiar de vida es necesario e imposible, y eso lo saben bien la publicidad, los vendedores de viajes, de adosados, o de viviendas bioclimáticas etc. que nos terminan vendiendo una porción de nuestros sueños. Hay soluciones más radicales. Bibiana Lievens, por ejemplo, que ha pasado con su burro por Pamplona camino de Santiago. Quería pensar en la vida, ha dicho, pensar en el futuro, por eso viajo sola. En estas primeras noches frías, reconoce, el burro duerme a la intemperie. Henri Lenaerts, por su parte, el escultor belga que vivía en Guesálaz, cuenta en una entrevista póstuma como decidió hace años escapar del vértigo de las ciudades y la vida saturada de mensajes inútiles y vacuos y decidió buscar la felicidad en una vida sencilla y apartada en Irurre. Por la mañana, este hombre hacía una hora de yoga y luego trabajaba en su taller de escultor. Después de una comida ligera iba a la huerta y luego paseaba con su mujer Paulette. Nos sentamos sobre una piedra a contemplar el paisaje, cuenta con sencillez. Lenaerts, que vivió en la India y confiesa una sensibilidad oriental, llevaba una vida modesta, metódica y austera. Es muy importante no depender de las cosas materiales para vivir, decía. Su escultura era de corte clásico, devota del instante, centrada en el cuerpo humano. Una de sus obras puede verse en el campus de la Universidad Pública, a un lado del rectorado. Es una niña sentada que se incorpora, tal vez confusa ante un entorno tan académico, de líneas sobrias y frías. Me pregunto como es posible que un sujeto así, que eligió la vida aconsejada por la sabiduría haya muerto de pronto de un infarto repentino, como si su corazón no pudiera aguantar más.
(Publicado DN - XII- 06)

Polonio 210

Han envenenado con Polonio a un espía ruso contrario a Putin. Hemos visto su imagen herida de muerte en los periódicos. Por donde pasó el espía dejó un rastro radioactivo y el transporte del veneno en avión pudo afectar a 30.000 pasajeros. Seguramente vivimos en una novela que a veces es cómica y a veces macabra. Mientras el espía cerraba los ojos y su cuerpo radioactivo todavía no era apto par los forenses, comenzaban a encenderse las luces de Navidad en las grandes ciudades de Europa, como si provinieran del resplandor de un cuerpo al apagarse. En la Plaza del Castillo han puesto un árbol que no es un árbol, sino un falso abeto de alambre cubierto de ramas de pino, con cajas de regalo vacías, envueltas en papel couché. Una metáfora, tal vez, de los 900 euros que nos vamos a gastar cada uno en Navidad. Bombillas de luz dorada cuelgan de los edificios oficiales, como si lloraran por algo y en los balcones de diputación las luces dibujan el disputado escudo de Navarra. Vivimos un drama dentro de una comedia, o una comedia dentro de un drama y Polonio nos suena a personaje de Shakespeare, y no sospechábamos que tuviera un isótopo. Hasta ahora en el avión perdíamos la maleta y el tiempo en la cola de seguridad, pero no pensábamos en algo tan complicado. Es imposible estar alerta contra todo. Es la policía la que está en máxima alerta. Robaron unas pistolas. Con una pistola sobre la nuca mataron a alguien hace años, en una broma macabra, en una comedia trágica y hoy nos toca mirar de frente al asesino. En Zaragoza han decidido suspender un festival de Navidad. ¿Qué haremos ahora con el Pilar, un edificio tan grandes y tan políticamente incorrecto? Habrá que cubrirlo, como cubría aquel artista los puentes y los edificios públicos. En el cielo nocturno se ve el titilar de las luces navideñas, multicolores, los focos que iluminan las calles, el resplandeciente hilo verde del Polonio 210 que se desprende desde abajo, como la estrella que guió a los magos.
(Publicado DN XII-06)

jueves, diciembre 07, 2006

Perfecto


Escuché a un escritor que decía que es difícil ver una película perfecta, pero que sí es posible encontrar una novela casi perfecta. Le pregunté cual, por ejemplo, y me dijo que Herzog, de Saul Bellow. Siempre que se habla de algo bueno, pensé, hay un judío por medio. Fui a buscar la novela de Herzog y de paso comprarme unos calcetines de hilo en unos grandes almacenes y allí me encontré con un conocido al que yo había oído despotricar muchas veces contra esos almacenes, quien se apuró mucho al verme y me dijo que estaba allí por casualidad. Personalmente, le dije, no creo en las casualidades. Mientras buscaba Herzog entre los libros de bolsillo, pensé que alguien debería inventar un sistema que pitase cada vez que hacemos lo contrario de lo que decimos. Algo así nos permitiría progresar de verdad o al menos salir de una vez de dudas. Sería un sistema perfecto. Cuanto mayor fuera la incongruencia, entre lo que se predica y lo que se practica, mayor pitido. Personalmente estoy muy harto, me dije buscando a Herzog, de los grandes sermones y de las iniciativas piadosas que no comprometen a nada; de quien ensalza por ejemplo la escuela pública y luego lleva sus hijos a la privada, por no hablar de quienes exigen rotulación y notificación en euskera, pero lo hacen en un sonoro castellano, o quienes hemos visto oponerse a una obra pública y hacer negocio a su costa, rasgarse las vestiduras en unos casos y ser mas comprensivos en otros. Una novela perfecta, pensé sopesando ya el libro en la mano, debe reflejar la naturaleza humana, hecha de cosas rastreras, de personajes que hacen lo contrario de lo que dicen pero que a veces son capaces de buenos aciones y de esfuerzos heroicos. Una obra perfecta, pensé, refleja siempre una vida imperfecta, y esta intuición, lograda mientras bajaba por la escalera mecánica, me animó mucho. En casa deposité el libro sin abrir sobre la mesa, me quité los zapatos y me puse los calcetines de hilo como si fuera a acudir a una fiesta. Enseguida noté que me quedaban perfectos.


10 minutos

10 minutos
Xavier Sala y sus increíbles chaquetas nos han visitado estos días para advertirnos que tenemos un estado del bienestar y que ahora no podemos pagarlo. Eso lo sabe cualquiera. Lo difícil es saber hacia donde vamos. De momento, los médicos de atención primaria hacen una huelga para reivindicar diez minutos por paciente. 10 minutos es algo que el estado de bienestar se debería permitir. En Navarra siempre sacamos pecho con nuestro alto nivel de bienestar, pero al final no llegamos a los 10 minutos, igual que en Castilla La Mancha. Tal vez en Navarra, hayamos vivido ya el mejor momento y nos aguarde un futuro de nostalgia, viendo como nos adelantan. De momento nadie entiende muy bien el informe de Comptos, ni por qué ha dimitido el Director de Salud Pública. Dice que por la vacuna de la varicela, pero debe ser una excusa. Recuerdo que la varicela era una enfermedad leve, que salían granos y uno podía quedarse en casa tranquilo sin ir al cole. Un niño hoy en día, en pleno estado del bienestar, para ver si tiene 10 minutos libres debe mirar la agenda. Dicen que el tiempo lo es todo, pero en realidad no sabemos que hacer con él y nos afanamos continuamente para llenarlo. Mas de la mitad de la tierra deambula de aquí para allá a ver si cae algo, o trata de emigrar porque no tiene nada que hacer. Entre nosotros el gran problema va a ser mantener a la gente ocupada en algo, evitar que se sienta inútil y vacía. El tiempo se nos ha alargado y la longevidad no hace sino crear problemas sanitarios, aumentar el gasto en pensiones, las situaciones de dependencia. El futuro ya está aquí y consiste en que no podemos contar con 10 minutos para tratar de contarle al médico lo que nos pasa, mientras él mira con cara seria nuestros análisis, o contempla extasiado una radiografía, un TAC, o alguna mamografía de la paciente anterior, notando que algo no cuadra. De pronto tenemos el tiempo a nuestra disposición y enfermamos, volvemos con la receta a casa y 10 minutos a solas son entonces la eternidad.

Globalización

globalizacion
Escuché a Francisco Jarauta, filósofo de la cultura, oficiando una conferencia en la capilla del Museo, como en una misa laica. ¿Cómo será la vida dentro de 25 años?, se preguntó ante el retablo dorado de la Iglesia, bajo la atenta mirada de los santos. A continuación sonrió, encogiéndose de hombros. Quien podría saberlo. Hace 25 años nadie podía prever el ordenador personal, internet, la proliferación del móvil (el móvil si que es un objeto de adoración que podía ocupar las hornacinas de los santos), ni esperar algo como la oveja Dolly, la Play Station 3, o la nueva Nintendo, que al parecer se puede manejar sin mando, lo que es una ventaja enorme para gente torpe o adulta, si ambas cosas no son lo mismo. Estas nuevas consolas, según precisó Jarauta, van a interesar igual a cualquier niño, sea de Japón o de Cizur, porque ser de Osaka o de Cizur, o incluso haber salido de una probeta, es ya una cosa bastante irrelevante, dado que lo que hacemos, comemos, vestimos, vemos, leemos y casi pensamos es parecido, y el futuro que nos aguarda nos va a uniformar más, nos va a mezclar a todos como en un cóctel, haciéndonos de ninguna parte y de todas. Se puede estar contra la globalización, como se puede estar contra la energía eléctrica, pero es dudoso convencer a una mayoría de que vuelva a la luz de la vela. Se puede querer permanecer en una concha, pero en algún momento habrá que salir a la intemperie, allí donde las grandes fuerzas de la técnica y el progreso, las tradiciones, los pueblos y las ideas se enfrentan y nos van llevando hacia un destino que nadie conoce. Se acabaron las sociedades homogéneas, las identidades cerradas, el valor de la escuela, la política y las explicaciones usuales. Bienvenido al mundo del futuro, al que miramos como quien mira una factura que no se entiende. En el altar de una iglesia el intelectual dibuja grandes preguntas en el aire y despliega sus palabras frente a un pequeño público. Ante el futuro, dice citando a Santayana, no soy optimista ni pesimista, soy tan solo un escéptico apasionado.


lunes, octubre 30, 2006

Camisetas

Albert Rivera, candidato de Ciudadanos de Cataluña posó desnudo para el cartel electoral, como una metáfora de lo que acaba de nacer y marcó una tendencia. Se acabó el busto con corbata, el maquillaje y la cara de buena persona. Se acabó la hipocresía. Poco después, Carod Rovira apareció en los carteles afeitándose (que no cortándose la coleta) en un acto de campechana cotidianidad. Carod desnudo, en todo caso, no ganaría muchos votos. En cuanto a Montilla, el PSC acaba de sacar un video en el que aparece una lata de Montilla similar la de Nocilla, y con la música de leche, cacao, avellanas y azúcar, ¡Montilla!, nos hablan de rigor, trasparencia y alguna otra palabra hueca. El original, sin duda, era mejor. Montilla cumple ese refrán americano de que la mejor prueba de que cualquiera puede ser presidente, la tenemos en su Presidente, y ese debe ser el auténtico mensaje subliminal de PSC. En cuanto Mas, debería salir en algo parecido a mira quien baila, so pena de quedarse descolgado. Mira quien baila es perfecto, porque la cuestión estriba en buscar pareja y no pisarle el callo. Desconozco en estos momentos el cartel de Piqué. Casco obligatorio, tal vez. Oí por la radio a su número dos y me dejó impresionado. Estaba haciendo cola para entrar en el parking y vi un gran cartel del CDN, todos en camiseta. He aquí el "efecto ciutadans", me dije. En situación límite según las encuestas, el CDN ha decidido tomar la iniciativa. Los demás partidos deberían reaccionar ante la temible cita del 07, donde lanzaremos todos una moneda al aire. Puras, por ejemplo, a quien vi en la tele con cara de apretarle los zapatos, precisa con urgencia quitarse la corbata y lanzar su propia nocilla. Demos por sentado que va a ganar, pero algo más de entusiasmo, por favor. Si no, el candidato final acabará siendo el otro, el de la voz de su amo. En cuanto a Sanz, lo veo a lo Buzz Ligthyear en Toy Story, con rayo intergaláctico en la muñeca y sonido incorporado: hasta el infinito y más allá.

(Publicado en DN 30-X-06)

sábado, octubre 28, 2006

Feliz

El 90% de los navarros se declaró feliz en una encuesta, decía hace unos días este periódico y se notaba que ni el que escribía la noticia se lo creía. ¿Feliz? La felicidad es una cosa ruidosa y molesta que vemos por ejemplo cuando a alguien le toca la lotería de Navidad o cuando su equipo gana la liga. La felicidad siempre tiene algo de obsceno, de timo, de irrealidad, mientras que los males y los azotes de la vida, y la serena satisfacción por sobreponerse a ellos, aparecen con un halo de dignidad. La felicidad no es en absoluto la cuestión. Cuando uno es feliz, enseguida empieza a amargarse porque sabe que eso no va a durar mucho tiempo. La felicidad está bien cuando uno trata de capturarla, pero no cuando proclama a todo el mundo que la tiene, pues es frecuente que el feliz rompa a llorar inconsolable acto seguido. Hay, es cierto, un talento para la felicidad, como lo hay para ser cenizo, pero así como el hombre verdaderamente libre lo es dentro de una celda, al hombre feliz no le hace falta traje alguno, y todo el mundo anda buscando el traje del hombre feliz, como en el cuento. Feliz era el pastor de Teruel del que yo hablé hace poco, cuando rompía a cantar muy de mañana, comiéndose una chula de tocino, porque ser feliz es no tener nada ni desear nada, ser amado y vivir en paz y conforme con tu destino, y hoy no tenemos ya talento ni medios para eso. Ser feliz es ser un poco niño e incauto, y no estar bien informado, o acabar de llegar de lejos a un lugar como éste, donde a todo el mundo le sobra de todo y camina malhumorado por la calle. La felicidad es una expectativa demasiado alta para este mundo, y ahora que la bolsa está tan alta, por ejemplo, es feliz el que ve subir los valores pero mañana lamentará no haberlos vendido a tiempo. Soportar la vida es y será siempre el primer deber de todos los vivientes, dice Freud en sus lúcidas consideraciones sobre la actualidad de la guerra. Y la ilusión –añade- pierde todo valor cuando nos la estorba.

(Publicado en DN 23-X-06)

jueves, octubre 05, 2006

Poligamia

Las asociaciones de musulmanes de España han propuesto que se legalice el matrimonio polígamo, practicado ya de hecho por musulmanes españoles o residentes aquí. La poligamia, “como una opción más”, debe estar permitida, ha dicho el representante islámico, “por si alguien libremente quiere optar por él”. Me pregunto si ser la tercera esposa de un sujeto es una opción libre de una mujer, y si la ley haría bien al amparar esa situación. La poligamia es delito en España, y algo que no cuenta con ningún antecedente, pero es difícil que una vez hemos abierto la institución del matrimonio, hasta ahora monógama y heterosexual, a otros supuestos, podamos poner ahora puertas al campo. El código habla de cónyuges, sin exigir su sexo, y sin explicitar su número, podría alegarse hábilmente por las asociaciones musulmanas, un poco vacilantes en la defensa de otras libertades, pero bien dispuestas a defender ésta, planteándola como una consecuencia más de la ampliación de derechos para todos y un fruto del necesario respeto a las peculiaridades culturales. La poligamia, en todo caso, más allá del debate de fondo, presenta muchas cuestiones de orden práctico. Me pregunto si todas las cónyuges de un hombre tendrán derecho a la seguridad social y contarán con expectativas hereditarias, o podrán todas pedir el divorcio a la vez. Si un inmigrante polígamo pidiera la reunificación familiar ¿cuantas mujeres y cuántos hijos podría traer de su país? ¿Y el permiso por parto y la lactancia paterna? No quisiera ser frívolo con todo esto, porque no está el horno para bollos, pero soy escéptico. Para ser polígamo hace falta mucho dinero y yo no veo a los emigrantes del Magreb tan sobrados como para comprar una casa con nosecuantos dormitorios. Me temo que en esto, como en tantas cosas, los musulmanes acabarán resignándose a nuestra cultura, donde impera la monogamia sucesiva, es decir, donde es posible para el hombre -y también para la mujer- tener varias parejas en la vida, pero nunca de forma simultanea.

(Publicado en DN, 25-9-06)

miércoles, septiembre 27, 2006

Vila Matas en Segovia

Vila Matas dijo en Segovia que entre leer y escribir, él elegiría leer escribiendo, que sus libros, su manera de escribir, es una manera de leer a sus autores favoritos, a los libros de su biblioteca secreta. Entre sus libros favoritos, citó los diarios de Kafka y el Libro del desasosiego de Pessoa. Los diarios de Kafka tienen mucha gracia, dijo un Vila Matas muy serio, embutido en un elegante traje negro.
Tal vez por la mención a Kafka, en el turno de preguntas hubo alguien que desde el fondo de la sala se dirigió a los cinco autores que junto a Vila Matas ocupaban el escenario, para decirles que era muy difícil llegar hasta ellos, que antes de ellos había que leer a una legión de autores ya desaparecidos, un montón de obras inapelables. En lugar de experimentar con dudosas novedades, vino a decir, mejor apostar por lo seguro y leer a los consagrados.
Esta intervención produjo un tenso silencio en la sala y alguna risita. El moderador balbució alguna protesta diciendo que entre los autores presentes estaban los consagrados del futuro. Es difícil, en cualquier caso, saberlo. Vila Matas, desde el escenario, tomó la palabra. Su sentido del humor tiene poca gracia, le dijo al espectador. Sin lugar a dudas es un humor muy distinto del de Kafka. En toco caso yo no pienso morirme para gustarle a usted.

viernes, septiembre 15, 2006

Mi casa

He recibido el catálogo de Ikea 2007, la publicación de mayor tirada del mundo, incluida la Biblia. Ikea, por cierto, también quiere convertirnos y cambiar nuestra vida (y de paso vendernos todo tipo de muebles y tazas que no gotean etc). El capitalismo nos ha llenado de objetos, pero ahora el objeto es lo de menos, lo importante para decididse por un producto es la idea, el concepto. Lo que hoy nos vende una marca no es una cosa, sino un proyecto para cambiar nuestra vida y nuestro mundo, dado que la política ya ha renunciado a ello. De hecho, basta ver que en los anuncios no sale ya la cosa que se pretende vender, eso está anticuado. Pero este anuncio, ¿de que va? es la pregunta del millón. Nokia, por ejemplo, no es tanto una empresa de teléfonos, como un ente empeñado en que la gente se comunique, (connecting people), así como BMW y compañía saben que nos gusta conducir pero lo que nos venden es la posibilidad de ser libres, que es el objetivo para el que se crean los coches, al menos mientras duran los puntos del carnet. Ikea, por su parte, lo que quiere es que nos quedemos en casa, que evitemos el agresivo mundo exterior. La vida, nos dice, no depende de grandes cosas, sino de ese pequeño mundo que llamamos “mi casa”. “Estas tan ocupado, que te has olvidado de lo bien que te sienta estar en casa”. Allí, en casita, según esta multinacional tan amable cuyo directivos van sin corbata y con pinta de ONG, es donde tu puedes ser “tú mismo”. Ser uno mismo quiere decir quedarse en casa, disfrutando del dormitorio Vinstra, tomado algo en la bandeja giratoria, y tumbándose en un sillón zen diseñado por Nakamura. ¡Todo el mundo a casa! Si lo dice Ikea y lo propaga por el mundo entero, por algo será. Se acabó tanto salir por ahí. Quedarse en casa es ahora lo que mola. Viva la república independiente de tu casa. Pienso en ese psicópata que tenía en casa recluida a la niña, y me da un escalofrío. La rebelión al final va a ser el pequeño comercio, tirarse a la calle y volver a la Biblia.

(Publicado en DN 11-9-06))

jueves, septiembre 07, 2006

Miguel D´Ors

Cruzado ya el ecuador de la cincuentena, dice Miguel D´Ors al comienzo de su libro "Sol de noviembre", el poeta se aproxima al pálido umbral de la vejez. Señores, he aquí un poeta. Tal vez haya tenido que llegar hasta ese pálido umbral casi solo, sin alharacas, sin aplausos, sin palmetadas en la espalda, sin respaldo de despachos, sin estar a la moda, sin ditirambos ( usemos por una vez palabras como flores exóticas) pero hagámosle hoy por fin una fila apretada e inclinemos la cabeza a su paso, porque, aun cuando el umbral ese lo veo un poco mas lejos, (no mucho) el llegar hasta aquí me ha enseñado que es difícil hallar un poeta, leer un poeta. Un poeta es el que vuelve a crear el lenguaje, el que evita que mueran las palabras. El que hace el boca a boca a las palabras. ¡Ah, Miguel D´Ors! desde aquí, desde la oscura Pamplona, leemos:

Después de tantos años, otra vez
bajo los cielos broncos
del diciembre navarro

y nos resuena enseguida, aunque estemos todavía en septiembre, la palabra broncos, como si fuera un adjetivo demoledor, o lo bronco fuera nuestra seña de identidad, o un dardo lanzado desde la dulce Galicia.
Pero también aquí, una mañana, en el café cotidiano del Sario, Ricardo me habla de pronto de ese Sol de noviembre, que el también ha visto brillar, de la propensión del poeta a ser más de uno, a los yoes dentro del yo, y yo, yo mismo, recuerdo al poeta enamorado que baja del coche descapotable, al hombre que en la Oración por nosotros, los de siempre, está a punto de intuir que el peor pecado, como por otra parte sabe, es el pecado de los buenos.
Saludo a Miguel D´Ors y lo propongo de candidato en este tiempo de candidatos a algo: a gran birloque, a vate menor, a gran iluso, a poeta maduro, a ministro plenipotenciario. Propongo a quien proceda que lo traiga para que el poeta hable, lea sus poemas, se len impongan medallas, aunque sean virtuales, aunque estén gastadas como las mismas palabras que han de pasar por la uvi, gastados (o no) como lo pueden estar un hombre y una mujer después de la locura de mil besos.

miércoles, septiembre 06, 2006

Vida fija

6.300 personas, informa este Diario, optan a 256 plazas de auxiliar administrativo del Gobierno de Navarra. Yo ya tengo una plaza, declara un joven al periódico, pero prefiero las del gobierno porque puedes moverte de una a otra. He ahí el ideal de movilidad y el objetivo laboral y vital con el que sueñan buena parte de nuestros jóvenes: un puesto de funcionario en el gobierno para poder quedarse en casa con un trabajo para siempre (aunque pueda no ser apasionante). En un mundo en que ya casi nada es permanente ni fijo; ni el matrimonio, ni la política, ni la cotización de la bolsa, ni las dioptrías, ni el clima; en un mundo globalizado que se basa en la circulación de personas, ideas y mercancías, nada puede competir con el ideal de supervivencia de nuestros abuelos: un puesto en Diputación. He aquí una comunidad con tres universidades, con el mayor presupuesto por habitante de gran parte del globo, con la generación mejor preparada de la historia, que podría circular sin complejos por el mundo o emprender proyectos en su tierra, pero lo que la gente ambiciona es un puesto de auxiliar para ir ascendiendo poco a poco, sin tener que trabajar por la tarde ni dejar de ver Osasuna los domingos. Mientras tanto, el tendero de la esquina, que quiere jubilarse, no encuentra a nadie para traspasarle el negocio. La tienda funciona, pero él no puede asegurar que lo hará toda la vida. El negocio está bien, pero hay que atenderlo, discutir con el banco, bregar muchas horas, y hacer muchas cuentas. Algo muy estresante y poco seguro, con lo que, a la postre, solo se ha atrevido un inmigrante. Alguien con la fuerza, la ilusión y el deseo de salir adelante que nosotros ya hemos perdido. Navarra, dicen, se juega en este momento su futuro, su ser o no ser, entre el conformismo y el desinterés de gran parte de la población. Al final ganará el que ofrezca el puesto fijo.

(Publicado en DN 4-8-06)

martes, agosto 29, 2006

Plutón

Plutón, señores, ha dejado de ser planeta. Justo cuando Stephen Hawking (ese prodigio en silla de ruedas) acaba de presagiar que el hombre deberá irse a vivir al espacio en el futuro, dado que la tierra no tardará mucho en desintegrarse. Según él, el peligro no es la caída de meteoritos (la posibilidad de que necesitemos los servicios de Bruce Willis, dice, es pequeña) sino de nuevo una posible guerra nuclear, el cambio climático o incluso la emisión de un virus modificados genéticamente. Como colofón a sus augurios de autodestrucción, ciertamente temibles, (la historia humana, si es posible hablar así de alegremente, le avala) Hawking confía en que quizás la ingeniería genética nos haga más sabios y menos agresivos. Que ya es confiar, por cierto. En todo caso la supervivencia a largo plazo de la especie humana, a su juicio, solo estará a salvo solo si los terrícolas nos vamos a vivir al espacio. Todo esto desde luego me marea, como le mareaba, salvando las distancias, a Pascal la contemplación de los espacios infinitos. En todo caso, cuando uno contempla las cosas a esta escala lo demás pierde de inmediato su importancia. La entrevista entre Pepiño Blanco y Chivite, por ejemplo, para dilucidar donde se posa por fin el dedo me preocupa ya mucho menos, y eso que estoy conteniendo hace días la respiración. Por no hablar de las cuestiones que se abren ante una inevitable partida a los espacios siderales. ¿Seguirá en ese caso habiendo patrias? ¿Tendrán los planetas equipos de fútbol? ¿Acabará con esto la inmigración? ¿Quién pagará el viaje? ¿Los de Aralar irán con la ikurriña? Tonterías que se me ocurren para no obsesionarme con el futuro. En estas frescas noches de agosto salgo al balcón a mirar las estrellas y a añorar al pequeño y lejano Plutón, despechado por la ciencia. He ahí el lugar y el destino que aguarda con suerte a mis nietos, me digo al contemplar el parpadeante cielo, como quien contempla el comienzo de unas nuevas crónicas marcianas.

(Publicado en DN 28-8-06)

martes, agosto 22, 2006

Piratas


Fui con mi hijo a ver Piratas del Caribe, 2ª parte: un enorme despliegue de medios, una sucesión de peripecias, persecuciones, peleas, apariciones y sorpresas al servicio de nada. No hay historia. No hay valores en pugna. No hay personajes. Todo es enrevesado, traído por los pelos, caricaturesco. Por supuesto hay patas de palo, loros, e islas desiertas, pero es igual, lo mismo podía haber naves espaciales y perros lanudos, porque esos elementos son puro decorado, clisés que no están al servicio de una buena historia que nos llegue adentro. Una pena. Los piratas son un género mayor, el de John Silver bebiendo ron camino de la Isla del tesoro, el del cine de rebelión a bordo y el motín de la Bounty, el de los viejos piratas que corren en Tahití tras las complacientes nativas. Un género que navega por un mar donde los balleneros persiguen a Moby Dick y donde los navíos se baten con astucia. Generaciones de niños han gozado con estas historias, han intuido el reto de la vida en la metáfora del mar abierto, han soñado con desplegar las velas y salir al mundo a la busca de aventuras, se han identificado con un personaje romántico, rebelde y finalmente noble del pirata. Todo esto ha dado paso al gran espectáculo, al no va más de los efectos especiales y los kilos de maquillaje, a los inevitables monstruos marinos y los zombis deformes. Miré a la gente a la salida del cine: estaba aturdida, noqueada a causa de escenas trepidantes y del bombardeo de estímulos. Nuestro sino es haber construido un mundo de objetos, imágenes y propuestas cada vez más excesivas para intentar impactar a un espectador que, como un drogadicto, pide más y todo le sabe cada vez a menos. Entre las muchas crisis que nos aquejan, una de las más preocupantes es la falta de imaginación. Faltan buenas historias, faltan guionistas, falta talento. Marchando, cantaba Serrat, una de piratas. Pero de las de antes, please.

(Publicado en DN 21-VIII-06)

jueves, agosto 10, 2006

Masaje

Como tenía los ojos cansados y el cuello dolorido de mirar tanto al mar (mantener la mirada sobre el mar es un ejercicio de rara intensidad) me he hecho dar un masaje por una china que venía recorriendo la playa buscando un cliente con contracturas varias. Estando boca a bajo, con los ojos cerrados, he notado que cada nudo que la china me soltaba en la espalda mediante un golpecito de karate, parecido a un aplauso, era un pequeño conflicto que se iba deshaciendo, una hora de angustia que se evaporaba, una frustración superada. Al final de la sesión me he incorporado y la mujer me ha friccionado el entrecejo con un bálsamo creo que de tigre, de tal forma que cuando he abierto los ojos he visto un mundo distinto, amarillento, un tanto anticuado, y he descubierto que justo al lado, el vecino de toldo estaba leyendo, curiosamente, una voluminosa biografía de Mao. Después del masaje he sentido en un extraño equilibrio, y he podido repasar mis últimos meses de vida con una serenidad cercana a la clarividencia y tras este examen de conciencia me he sentido como alguien que sale renovado de un largo ayuno, dispuesto a ingerir poco a poco alimentos, y he comprendido que ya estaba de nuevo en condiciones de afrontar todos los retos, tareas, emboscadas, errores, obsesiones, miedos, y conflictos del próximo invierno y de registrarlos penosamente en una espalda totalmente renovada. Luego, sin poder evitarlo, me he dormido, y he tenido varios sueños breves, tumultuosos, ligeramente eróticos, llenos de espadas, dragones, kimonos y flores de loto. Cuando he despertado el mar se había agitado y apenas quedaba nadie en la playa. El sol estaba ya muy alto y sobre la arena, a contraluz, he visto pasar de nuevo a la masajista china con su gorra visera y su bolsita de plástico. Le he saludado, y ella ha hecho un gesto de despedida, como si me esperase para dentro de un año, en verano. Ni siquiera estoy seguro de que fuese la misma.

(Publicado en DN el 7-VIII-06)