martes, marzo 24, 2020

Diario de un confinamiento IX. Compra


Fui a la compra. Me encantó como me llevaron mis pies hasta alllí. La gente hacía cola en la calle guardando metro y medio de distancia. Era al final de la mañana, y no se estaba mal. Quieto allí, sin el móvil que me había dejado aposta, sin otra cosa que hacer, sentí una gran liberación. Acababan de anunciar que el estado de alarma se extendería otros quince días más -todavía, tres semanas- pero en la fila, como en todas partes, todos parecíamos resignados. Qué rápido se acostumbra la gente a las situaciones de excepción. Enseguida crea una rutina. Si ahora comenzaran unos bombardeos, he pensado, nos apañaríamos. 
Dentro del súper se estaba bien: las cosas habían cambiado desde la última vez y como éramos pocos no había colas ni agobios. Sobre el suelo, frente a los mostradores, habían pintado una línea para guardar la distancia. Yo llevaba puestos unos guantes de látex que había encontrado en casa, pero al pesar  la fruta y la verdura se me pegaba luego en ellos la etiqueta con el precio, y se me rompían. Traté de ponerme unos guantes desechables encima, pero así no podía abrir bien las bolsas. Era como en un gag mudo. Desde los dos metros  hablé con un amigo que hacía fila en la pescadería. Le encontré más encorvado de lo habitual, con mala cara. Retrocedí un paso, tratando de que no lo notara. Estaba indignado con la falta de previsión del gobierno, con su impotencia para suministrar a los hospitales trajes y mascarillas. Como van a acabar con esto, añadió,  si no son ni capaces de cuidarse a sí mismos.  Hay mucho políticos infectados, es verdad. Hoy la vicepresidenta Calvo. La primera fila de aquella manifestación del 8M ha caído toda. Parece una gesta heroica. Calvo, como casi todos los dirigentes de izquierda afectados, acudió a una Clínica privada, a la Ruber. No es nuevo. De boquilla hay una gran defensa de lo público, pero debe ser para los demás. Son los hechos, que dicen más que las palabras. Días cargados de palabras. Las de Sánchez, por ejemplo, en TV, que debieran ser verdaderas, unirnos, consolarnos,  no logran transmitirme nada. Nunca aguanto hasta el final, es imposible. “Me gustaría mucho poder hablar positivamente de la misma”, dice elegantemente Gregorio Luri, sobre la comparecencia del Presidente en horario de máxima audiencia. Hay quien dice que no es momento de hacer críticas, que hay que centrase en enfrentar la pandemia, apoyar el gobierno y no tratar de sacar partido. Yo también pienso en general así. Se nos dice que ya habrá tiempo para pedir cuentas. Lo malo es que cuando salgamos de esta, lo que mas nos apetecerá será olvidar, hacer borrón y cuenta nueva, echarnos a la calle, buscar fecha para San Fermín.
He dejado a mi amigo mirando desde la distancia a un calamar y he seguido adelante.  Parece que ya han llegado los espárragos frescos, pero todavía están muy caros. Ciertas cosas, decía mi abuelo cuando las veía muy pronto en la mesa, hay que comprarlas cuando las coman  los  soldados por la calle. Sabiduría económica.  Ya no se ven soldados por la calle, aunque parece que se están desplegando en muchos sitios. Hoy se publica que los militares han encontrado a ancianos conviviendo con cadáveres en residencias. Es una de las noticias más leídas.  Es terrible, pero sobre todo tiene mucho morbo.  

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