viernes, marzo 27, 2020

Diario de un confinamiento XI



 Llamaron al timbre y por la cámara vi un operario que traía un bulto grande en una carretilla y abrí. ¡Es la bici, grité! Hace más de una semana que pedimos una bici estática para casa, la esperamos como agua de mayo, como una vía de escape en este encierro. Al menos pedalear sin moverse del sitio.  Me he puesto los guantes de vinilo que compré ayer para recibir el paquete y he esperado en la puerta en vano. El ascensor no ha funcionado, nadie ha subido. No he visto encenderse la luz que delata que la puerta se abría. Misterio. He bajado hasta la calle en zapatillas, con los guantes, pero no había nadie. Eso me ha arruinado la mañana. He intentado escribir varias cosas, pero me he empantanado. He optado por adelantar algo para el periódico -el plazo del periódico siempre me tensa- pero a la mitad el artículo se me ha caído de las manos. Demasiado pesimista me he dicho, demasiado virulento. Las cosas no van bien, los casos aumentan, hay un montón de sanitarios infectados -lo que habla a las claras de la incompetencia que nos gobierna-, pero de pronto me parecía obsceno escribirlo. No me sentía con derecho. He pensado hablar de otra cosa, escapar.  No sé si eso es muy honesto. Es como ocultar la verdad. “Escribe algo que nos anime”, me dijo el otro día una vecina desde el balcón, mientras tendía. El comentario me afectó. Sentí de pronto una responsabilidad.  A veces me gustaría que no me leyera nadie. 
Como era imposible arrancar he entrado mecánicamente en Facebook, como quien sale de casa al buen tun tun, sin saber a dónde ir. Torrens sigue con su festival de cine negro particular en su casa.  Esta vez toca Perdición, de Billy Wilder. Sigue el cine negro confinado, (esta vez el finado es el marido), escribe. El fotógrafo Buxens sigue ofreciendo fotos de Pamplona vacía, casi siempre con un único transeúnte. Solo ante el peligro. Las palabras que ganan hoy en Facebook son: incertidumbre, solidaridad, cuidado, mayores.  La excursión por la red me ha dado dolor de cabeza. He cerrado los ojos y he pensado ponerme el termómetro, pero me he tocado la frente y estaba fría. Enseguida he vuelto en mí. He pensado hacer un tangram para relajarme, pero he recibido mensaje de S.  que vive solo y me ha contado que una vecina con la que se cruzó en la escalera le ha ofrecido su perro para pasear. “Cuando pase esto tienes que invitarle a algo”, le he dicho. “Puede que tengas razón”, me ha contestado, lo que en su caso es mucho. Sería bonito que de un confinamiento saliera una historia de amor.

1 comentario:

ayacam dijo...

Magnífico, Pedro. Una entrada perfecta. ¿Y el paquete grande, la bicicleta, no ha llegado? Mejor no digas nada, deja la intriga en nosotros.
Ricardo