miércoles, marzo 18, 2020

Diario de un confinamiento IV. Bolsa

Donoso Cortés. Cuadro de Madrazo.
Veo un video de un analista de bolsa. Consuela ante todo a los inversores, porque las grandes caídas de estos días no eran previsibles. Nadie puede achacarse un error de previsión, una mala apuesta sobre el comportamiento del mercado. Nadie debe sentirse, pues, culpable. Nos hundimos, pero por un enemigo invisible, que juega a otro nivel.  Se trata, según dice, de un agente exógeno, algo que no estaba en el campo de posibilidades. Algo fuera de lo que podemos manejar. En realidad, todo esto es muy cierto. Es tanto como decir que un virus no es una entidad moral. No es el premio o castigo por nuestras acciones. No depende de ellas.  Es exógeno. Es pura naturaleza desatada, un recordatorio de que ella es la que manda. Me recuerda mucho a lo que estos días dice Gregorio Luri, en su “Café de Ocata”, evocando a Donoso Cortés: “De repente la sucesión razonablemente previsible de las cosas se ha alterado y asoma las orejas el auténtico Soberano, la Naturaleza. Ella es quien decide cuándo nos encontramos en el estado de excepción. En este retorcerse abrupto de las expectativas que caracteriza a nuestros días lo que se acaba mostrando es la fragilidad de lo humano y nuestro sometimiento a fuerzas que se nos imponen de forma tan rotunda que mandan al carajo nuestras agendas para imponer sus órdenes perentorias”.
Mandan al carajo también a los valores de bolsa, ese delicadísimo índice que responde a causas múltiples e incontrolables. Pocas cosas más sensibles que la bolsa que estornuda a la menor corriente de aire. ¿Cómo iba a permanecer ahora quieta? Pero esta vez la caída ha sido exagerada. Eso se explica, al parecer, porque cuando el mercado baja de un cierto nivel, se producen las órdenes automáticas de venta, lo cual hace bajar más al mercado que vuelve a activar nuevas órdenes masivas de venta. Una cadena. También el virus ha provocado una cadena de acontecimientos incontrolable. La imagen de este tiempo es la cadena. Las fichas de dominó que caen, los naipes que se empujan unos a otros. Cuando la cadena se pone en marcha, se desencadena, es muy difícil pararla.
Sin embargo, pocas cosas al final mas previsible que la bolsa: las empresas buenas van a continuar, la economía seguirá después de esto, las cosas se reconducirán. En cuanto la bolsa comience a olerlo con su finísimo olfato, volverá a subir de verdad. 

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