viernes, marzo 20, 2020

Diario de un confinamiento VI. Viejos.

Dia gris, frío, como un fleco del invierno que se va. Los números de infectados suben sin parar. Se nos dice que nos espera todavía lo peor. En el mapa, los sitios que aparecen en oscuro, los de mayor número de casos, son Madrid, País Vasco y Navarra. La situación de los hospitales no es buena. Comienzan a publicarse noticias sobre normas de triaje, de discriminar a los enfermos cuando no hay recursos para todos. El criterio más evidente juega en contra de los mayores, de los viejos.  Antes que meter en la UVI a un mayor de ochenta años, y más si tiene otras afecciones, tendrá prioridad alguien con mayores probabilidades de salir adelante.  Un asunto clásico de bioética: ¿merece la pena atender a un fumador empedernido? ¿a un anciano diabético?  La Ética, con mayúsculas, a ras de tierra, en el box de urgencias, de moda.
Los viejos lo tienen mal. Entre las teorías conspiratorias que se mueven por la red, algunas mantienen que el coronavirus está diseñado por mentes perversas para reducir la gente mayor y débil, para hacer una limpieza eugenésica. Somos demasiados. Los viejo son una fuente de gasto social, médico, de pensiones. Hay que acabar con ellos.
Eso me recuerda a la novela de Bioy Casares “Diario de la guerra del cerdo”, donde al principio uno no sabe bien lo que está pasando, hay algo inquietante que se palpa en todas partes -en realidad algo como lo que esta pasando ahora-. Un día matan  a un  viejo por la calle. El protagonista, que también es mayor, no se atreve a salir de casa. Es una guerra contra los viejos, comprendemos, los jóvenes quieren acabar con ellos. Pero aquello contra lo que los jóvenes luchan, aquello contra lo que se rebelan, según se deduce  de la novela, no es otra cosa sino la idea inexorable de que ellos mismos van a envejecer. Por eso matan a los viejos que serán.

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