jueves, marzo 19, 2020

Diario de un confinamiento V. México

Tulum. Mexico.
Al despertar hoy, vivo durante unos segundo en un día normal, soleado, a mi disposición, hasta que de pronto recuerdo que estamos en cuarentena, que lo que comienza es un día más de encierro. Es lo que debe ocurrirle a la gente que tiene un enfermedad grave, o que ha tenido una desgracia, que cuando despierta vive durante unos instantes sin esa carga, hasta que la realidad irrumpe como un mazazo.  Son unos segundos preciosos. Hoy es un día festivo, aunque de igual. Sin embargo, me quedo un rato en la cama remoloneando. Desde aquí, con la ventana abierta de par en par, veo como comienza un día soleado.  Todo descansa, y se escucha muy bien a los pájaros en los árboles, como si hubieran vuelto de un viaje, lo que para algunos debe ser así. En nada estarán aquí los vencejos, pienso.   Esta libertad de los pájaros, en este momento, da mucha envidia. Es como la prueba de que en el fondo son superiores a nosotros.
La falta de movimiento de estos días hace que todo se oiga mucho más: las voces de la calle, un saludo desde el balcón, los pasos furtivos por la acera, el ladrido de un perro. Se escucha lo que no se suele escuchar, lo mismo que se ve el cielo de otra forma cuando estamos en una zona de poca contaminación lumínica. Eso me he hecho recordar que en el cuento que he acabado de México hay un momento en que llegamos a Tulum tarde y alquilamos una cabaña cerca del mar y aunque es noche cerrada, sin luna, y no se ve un alma  voy a bañarme a la playa y cuando me meto poco a poco  siento una sensación extraña, de alarma, como si esa masa negra y latiente me fuera a engullir.  Luego, tumbado en la hamaca, me dedico a contemplar extasiado las estrellas que allí brillan de otra manera. Con el tiempo uno comprende lo feliz y despreocupado que fue en esos momentos. Por la mañana, muy temprano, vuelvo a la playa y veo de verdad el mar Caribe, muy distinto al tétrico mar de la noche pasada; ahora la playa parece una postal con sus palmeras y su arena blanca que nadie ha pisado todavía, y del mar transparente salen destellos azules y blanquecinos. Al final de la playa se ven las famosa ruinas mayas, y un reguero de gente que se va acercando. Ahora recuerdo todo esto con una intensidad, como una promesa tal vez. El día se extiende por delante. 

De entre los muchos envíos de Wup, hoy llega un video de la madre Teresa, que responde a 24 preguntas. Destaco dos: ¿Qué es lo mas imprescindible? respuesta: el hogar . (Sin duda, pienso, esto días lo están demostrando) y  ¿Cuál es la sensación más grande: respuesta: la paz interior.

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