lunes, marzo 30, 2015
Roger
Un puñado de amigos nos reunimos el domingo en la Escuela Navarra de Teatro para el estreno de la "Pequeña suite emocional" de Roger Alvarez, en la que, con la excusa de presentar cinco canciones compuestas en los ultimos años, Roger cuenta sobre el escenario cómo llegaron estas canciones, qué las justifica, para que sirvieron, además de pedir que algún coro las haga suyas. En esta Tabarca que habla de esa minúscula isla del mediterráneo, puede verse a Roger dirigir un coro, como si tratara de sacar oro de los cantantes. Según contó en escena, la estancia en esta Isla le ayudó a superar la muerte de un amor, y creó un vinculo muy profundo con esta isla plana y ventosa. La canción dedicada a Mui, la vietnamita que vendía bocadillos en la Gran Vía, Lisboa, el valsito de Lima, Samba para Sara, que la siguieron, también llevan algo de esta isla mínima. En sus cuarenta ños de actividad profesional, apenas ha venido Roger a Pamplona. Nadie, ha recordado en una entrevista, es profeta en su tierra. Al verle a la noche arrastrar una maleta con su cachivaches y la guitarra a la espalda, lo he visto como siempre desde hace 50 años: brillante, libre, seguro de que lo que hace, sorteando el tiempo con una sonrisa.
miércoles, marzo 25, 2015
La tumba de Cervantes
El académico Francisco Rico, estudioso del Quijote, dijo el mismo día en el que un grupo de expertos, tras largas pesquisas, exhumaciones y análisis, confirmaron que los huesos de Cervantes estaban en el Convento de las Trinitarias de Madrid -aunque no podían distinguirse del resto-, que todo el revuelo y expectación creados le parecía una chorrada y que lo importante era la obra, y no los hueso raídos del autor. Cervantes fue un hombre que vivió siempre en penuria, guerreando, cautivo, cobrando impuestos, arruinándose, yendo a la cárcel y escribió su obra cuando pudo, fruto de una voluntad que se sobrepuso siempre a la suerte. Su Quijote contiene una gracia y una verdad que todavía perduran, disimulando su profundidad en un juego novelesco. “¿Habrá un libro más profundo que esta humilde novela de aire burlesco?”, escribió Ortega. Libro perfecto y a la vez imperfecto, se aprecia mejor con el tiempo y es bueno releerlo abriéndolo al azar, como recomienda el propio Rico. Es la obra de Cervantes lo que vale, sin duda, pero siempre ante su figura, tan mal conocida, hay una suerte de deuda, como si él fuera de entre los españoles ilustres el más auténtico, el que significa y resume más cosas, al que más convendría imitar. Es a estos pobres restos confundidos del convento a los que podemos llevar flores en comitiva, como al soldado desconocido, porque también él lo fue, y si no contamos más que con su huesos, no los menospreciemos, porque también los huesos hablan: ahí están por ejemplo los de Descartes, sobre los que se escribió un gran libro contando sus peripecias, sus idas y venidas desde la fría Suecia donde murió, hasta Francia, donde su rastro vuelve a perderse varias veces. Cervantes, por su parte, sigue allí donde eligió ser amortajado y enterrado para la vida eterna, sin sospechar que la tendría aquí. El tiempo es breve -escribió con un pie en la tumba, en el famoso prólogo al Persiles- las ansias crecen, las esperanzas menguan, y con todo eso llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir. Así lo dijo.
(Publicado DN 23 marzo)
(Publicado DN 23 marzo)
miércoles, marzo 18, 2015
LA ERA DE LA KALE BORROKA
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Libro Relatos de plomo III |
Oigo hablar en la radio de Montaigne y de sus ensayos, de los pensamientos que dedica al amor entre padres e hijos, esa tierna afección que el progenitor tiene por su cría, y el respeto que esta le profesa (él prefería, tal vez con razón, la amistad al amor, como si desconfiara de éste, como si pudiera llevar a extremos peligrosos), y eso me trae de nuevo al asunto de la kale borroka, me recuerda que tengo que decir algo de la larga época –desde los años setenta hasta hace nada- en que los cachorros hacían el trabajo de los mayores, lo complementaban con la llamada violencia de baja intensidad, y me digo si en el fondo no se trata de lo mismo, del viejo relato amañado del nacionalismo sobre el pasado y de sus efectos.
Lo escribió Jon Juaristi, hace años, evocando los versos de Kipling “¿Te preguntas, viajero, por qué hemos muerto jóvenes? ¿Y por qué hemos matado tan estúpidamente? Nuestros padres mintieron: eso es todo”. La kale borroka es el trabajo sucio que se encargó irresponsablemente a los cachorros, engañándoles. Contando una historia que no es verdad. Es parte de la barra libre que se instauró en el País Vasco y Navarra respecto a ciertos actos criminales, justificándolos. Es disculpar lo indisculpable.
¿Cómo no me dijiste, padre, que eso estaba mal?
“Han quemado cajeros, lanzado cocteles molotov contra sedes de instituciones y bancos, pero también al interior de viviendas de concejales no nacionalistas, han hecho arder autobuses, coches… pero ¿cómo son esos jóvenes? ¿Por qué cometen este tipo de delito?” se preguntaba un artículo de ABC en 2003. Es el entorno familiar, concluía, lo que predispone a los menores a cometer acciones terroristas. Unos chicos, muchos de ellos muy jóvenes, de entre 14 y 18 años, que en realidad no tenían que ver con la delincuencia juvenil habitual: no eran chicos sin recursos y oportunidades, con deficiencias afectivas, de barrios marginales o con familias rotas, sino jóvenes normales, chicos bien integrados.
Eran “buenos chicos” convertidos de pronto en otra cosa, como si se manifestara en ellos una repentina enfermedad: de pronto aparecían embozados, llenos de excitación, lanzando insultos, gozando insensatamente, llenos de odio y desprecio. Recuerdo ver subir dos críos con capucha en la villavesa –seria el año 96 o 97- en Marcelo Celayeta, y mandarnos bajar a todos, sin que nadie osara resistirse. El conductor, lívido, quitó las llaves del contacto y todos desfilamos en silencio. De pronto, apenas habíamos andado unos metros, el autobús comenzó a arder, mientras ya se olía en el aire el plástico de los asientos chamuscados, el crepitar de algo que nos hizo correr.
Eso era entonces cosa no rara, el pan de cada día, algo a lo que ya nos habíamos acostumbrado: era el folclore del fin de semana, “el espacio de la fiesta y la subversión”, se teorizó, refiriéndose a una parte vieja que agonizaba, nadie se atrevía a poner ahí un negocio, los vecinos escapaban, los jóvenes airados parecían los dueños del mundo, aunque luego recuerdo haberlos visto -yo iba entonces por los juzgados- detenidos: cabizbajos, temerosos, inofensivos, unos niños traviesos.
Esos festivos muchachos. Las memorias de la Fiscalía de la Audiencia Nacional, de aquellos años lo explica con asepsia contable: “solo en el 10% de los casos hay una actitud clara y sin ambigüedades por parte de los padres de reprobación de los hechos terroristas y de la violencia callejera en la que participan menores y jóvenes”. Y ello pese a que “el 70% de los caso estas familias constituyen un entorno válido para el desarrollo y evolución de los menores, con un buen grado de integración social y familiar”.
No son las familias, según los expertos de la fiscalía, quienes incitan a estos jóvenes a cometer actos de kale borroka, pero “tampoco les enseñan abiertamente a rechazar el terrorismo”. Unas familias en las que hay una actitud ambigua respecto a ETA y su entorno, de tal manera, como se dice en los informes, “sus acciones no son aplaudidas, pero tampoco objeto de crítica o rechazo”. (Imaginémonos que esto ocurriera con quien maltrata a su mujer o se enriquece con el tráfico de drogas, que el mensaje para un chico de 16 años fuera que eso no está tan mal).
Hay una perversión moral que explica lo que ocurrió. Una ambigüedad en los mensajes que hace que los menores no sean capaces de ver porqué su comportamiento no es correcto y de asumir su responsabilidad. Por eso no es difícil, se dice en las memoria, que cumplidas las medidas que se les aplican y de vuelta al entorno habitual, alguno de ellos decida dar el paso de integrarse en las filas de Eta.
En un mundo donde muchos callan, donde hay temor a hablar y condenar, ahí están los padres para exculpar. Para poner en duda que sus hijos hayan cometido actos terroristas –se trata de travesuras-, para responsabilizar de esas acciones al sistema, a la sociedad o a los abusos policiales. El culpable siempre es el otro.
Era, pues, la ley del padre que no tendió el límite, que confundió las cosas. Todo estaba confuso, lo está en parte todavía. No es lo mismo el vicio que la virtud, matar que poner la nuca, la victima que el verdugo. Pero eso todavía no está claro en muchas partes del país, eso todavía se juega en la pelea por la memoria de lo que ha ocurrido y en el empeño de disolverlo todo en un conflicto y en una paz para todos, sin vencedores ni vencidos, como pretenden tantas mentes piadosas.
Pero estos muchachos creyeron la mentira de los padres, no oyeron otras voces que quizás callaron, acomplejadas. También de la culpa y la frustración y el tiempo que perdieron querrán pasarnos cuenta, por no haber sido claros.
¿Por qué no me dijisteis que esto estaba mal, que no podía hacerse? ¿Por qué me engañasteis?
Hizo bien la ley, ese padre simbólico, entendiendo que aquello no era gamberrismo de fin de semana sino terrorismo, violencia dirigida a atemorizar a la gente, a desestabilizar y lograr así objetivos políticos. Sin embargo tardó mucho tiempo en verse así. Solo en 2007 el Tribunal Supremo, enmendando a la plana a una sentencia de la Audiencia Nacional, consideró a estas acciones como terrorismo y no como alborotos, acaloramientos pasajeros, violencia incontrolada. Fue la ley la que operó por fin y su eficacia, como en otros casos, nos sorprendió. La kale borroka se persiguió y se penó y -tiene gracia recordarlo- comenzó a descender significativamente cuando se acordó que los padres pagaran los destrozos de sus hijos, desde que se les hizo también responsables. La ley, a su manera, daba en la diana. Hacía de padre del padre.
Dar cuenta de ello, decir algo de la era de la kale borroka, de la penetración de un discurso perverso que no trazó la frontera entre el bien y el mal, la civilización y la barbarie. Lo dice el viejo Montaigne, desde hace siglos desde su torre:
“Así como Sócrates decía que el principal oficio de la filosofía era distinguir los bienes de los males, así nosotros, en quienes hasta lo mejor es siempre vicioso, debemos decir lo mismo de la ciencia de distinguir las culpas, sin la cual los virtuosos y los malos permanecen mezclados, sin que se distingan los unos de los otros”.
Ejercitemos, pues, esa ciencia.
(Colaboración en la obra "Relatos de plomo" vol III)
lunes, marzo 16, 2015
Albert
“No queremos en Andalucía a un político que se llame Albert”, ha declarado el delegado del gobierno en esa comunidad, Antonio Sanz. “No me gusta que se la gobierne desde Cataluña”. No sabemos de dónde hay que ser y como llamarse para que le parezca bien a este hombre. ¿Hay que ser Pepe y de Chipiona, o vale con ser de Murcia? Habíamos oído acusar al Cs de ser muy de izquierdas o muy de derechas, depende, o de haber crecido a cualquier precio, pero esto es distinto. Este tipo de veto a los catalanes para acceder al gobierno es ridículo y no hace sino dar pábulo a todo el victimismo con que algunos se presentan, y a la idea de Mas y compañía de que a los catalanes, en el fondo, no se les quiere ni se les respeta y lo mejor que pueden hacer es abandonar España. Es cierto que en campaña se dicen muchas tonterías, y que el aumento de expectativas de Cs, junto con Podemos, crean alarma entre sus competidores -incluida Rosa Diez, que no da crédito a tanta injusticia- pero a Sanz habría que sacarle tarjeta roja. Poner el veto a alguien por su origen, algo que ha dado lugar a tantos abusos y horrores en el pasado, es inaceptable y recuerda, por cierto, a los feos escraches que hemos visto por aquí, en los que se ataca al alcalde por ser uruguayo –al parecer hay que ser de Pamplona de toda la vida para gobernar- y no son sino pura caverna. Lo malo, en el caso de Sanz, además, es que esta descalificación se haga con alguien como Albert Rivera y su partido, que han sido los que con más claridad e inteligencia han mantenido la oferta de un españolismo integrador en Cataluña, explicando las ventajas de vivir en común y la ruina moral y económica de la deriva independentista. Es el PP el que se ha puesto de perfil allí, y les ha dejado el campo libre. La agresividad de parte del PP contra el partido de Rivera que es, posiblemente, el único con el que le sería posible llegar a algún acuerdo tras elecciones, puede que le sirva para ganar algún voto, pero le hará perder el de aquellos que vean en estas bravatas algo revelador.
(Publicado DN 16 marzo)
(Publicado DN 16 marzo)
jueves, marzo 12, 2015
Sueños

lunes, marzo 09, 2015
Tomos
Llamé a varios sitios, por si estaban interesados en quedarse toda la colección de jurisprudencia y legislación de Aranzadi desde el año 31, con la elegante encuadernación de la casa, pero en todas partes me dieron largas, me dijeron que no tenían sitio, aludieron a que hoy nadie quiere información en papel cuando todo eso, todas las leyes que se les han ocurrido a los sucesivos legisladores y que se van derogando una a otra, todas las sentencias que han recaído en el Supremo en los más peregrinos asuntos, todas esas largas parrafadas desde los tiempos en que el adulterio era delito, o se aplicaba el garrote vil, todo eso, digo, puede encontrase en la web. El papel, el libro impreso, ya no cuenta, ha perdido su antiguo prestigio. Hoy este tipo de obras, me dijeron, se venden a peso para rellenar estanterías o se saldan en cualquier parte. No es extraño que las librerías vayan menos, y que cierran cuatro por cada una que abre, según se publica estos días. Antes, posar con toga con la colección de Aranzadi detrás, alineados en la estantería, era como posar con un ciervo abatido: una declaración de principios, un aval, una manera de acreditar que uno era de fiar y se había leído aquello gruesos tomos, lo que no era cierto, pero imponía. Hoy sobra todo eso. El BOE se lee en una pantalla y el prolijo derecho no reposa en la estantería sino en un nube a la que se accede desde un pequeño teléfono, sin necesidad de estos viejos tomos de letra pequeña que crían polvo en la estantería y que son la muda confesión de otra época, pero también la prueba fehaciente de que el mundo no cambia, sino que sigue en manos de las mismas pasiones que ellos describen: la vanidad, el dinero, la codicia, los viejo pecados capitales por los que desfila la gente por los juzgados, todo esto junto a virtudes que lo engrandecen, como si estuviéramos hecho de barro y oro, de lo mejor y lo peor, y es justo a un libro, recuerdo ahora, a lo que solía compararse el hombre, porque Dios lo creó de la misma manera que un impresor crea un libro, se decía, y lo lanzó a su suerte.
(Publicado DN 9 de marzo)
(Publicado DN 9 de marzo)
lunes, marzo 02, 2015
Silo
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Silo. 2006. JM Corral |
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Pared sur. 2006. Jose Miguel Corral |
jueves, febrero 26, 2015
La tierra baldía
"No hay, en el siglo XX, una obra que concentre con tanta intensidad todas las ideas preconcebidas acerca de lo que se entiende por poesía moderna como La tierra baldía, un poema que ha llegado a encarnar no sólo una imagen devastada de su tiempo, sino también una teoría de la tradición exhausta, a la vez que ha propuesto un paradigma de complejidad, oracular e intimidante, que ha generado una especie de ansiedad interpretativa por donde han transitado todas las escuelas críticas, desde el formalismo y el estructuralismo hasta el psicoanálisis y el feminismo", escribe Andreu Jaime, prologuista y traductor de la nueva y bella edición que saca Lumen del célebre poema de Eliot.
Tradición exhausta. Paradigma. Ansiedad interpretativa.
Las palabras del prólogo, complejo y certero, me vinieron el sábado a la cabeza cuando, a pesar de la temible mañana de nieve, fui al seminario, en San sebastián, y releyendo a Lacan (Seminario 10, La Angustia) encontré de pronto una referencia a La tierra Baldía, una cita que le sirve para ilustrar la vieja teoría de la superioridad de la mujer en el plano del goce. Lacan se detiene en un pasaje del poema, el del pobre muchacho chupatintas, que se marcha tras su pequeña aventura con la secretaria, allí donde se dice:
Tradición exhausta. Paradigma. Ansiedad interpretativa.
Las palabras del prólogo, complejo y certero, me vinieron el sábado a la cabeza cuando, a pesar de la temible mañana de nieve, fui al seminario, en San sebastián, y releyendo a Lacan (Seminario 10, La Angustia) encontré de pronto una referencia a La tierra Baldía, una cita que le sirve para ilustrar la vieja teoría de la superioridad de la mujer en el plano del goce. Lacan se detiene en un pasaje del poema, el del pobre muchacho chupatintas, que se marcha tras su pequeña aventura con la secretaria, allí donde se dice:
Cuando una bella mujer se abandona a la locura
para acabar encontrándose sola
surca la habitación alisándose los cabellos
con una mano automática y cambia el disco.
lunes, febrero 23, 2015
Teoría del todo
Stephen Hawking es un héroe de nuestro tiempo, un superviviente contra todos los pronósticos de la ciencia y a la vez un científico que pretende explicarlo todo con una teoría escueta y bella, una formula en la pizarra que proporcione respuesta cualquier pregunta, o eso dice la película “Teoría del todo”, que cuenta parte de su vida y que no va, en realidad, sobre ciencia sino sobre el amor, algo que tampoco cabe de momento en una fórmula. Que Hawking sea una mente maravillosa habitando un cuerpo desmoronado en una silla de ruedas, parece la imagen del triunfo de la mente sobre el cuerpo, la prueba de que aquella no necesitaría en realidad del viejo cuerpo, con sus achaques y apetencias, sus impulsos contradictorios y su decadencia; una manera de decir que lo importante es la mente y no la carne, algo que ha sido común en nuestra cultura, pero al ver la película se ve hasta qué punto es complejo el juego entre ambos, cuerpo y mente, no en vano la parálisis de Hawking viene de un fallo de la neurona motora, que no manda sus órdenes a los músculos, por lo que el cuerpo no puede hacer movimientos voluntarios como andar o hablar, pero sí involuntarios, automáticos, no pensados, podemos decir, con lo que Hawking, en realidad puede moverse siempre que no lo haga voluntariamente, sus órganos funcionan, y por eso es capaz de actividad sexual, por ejemplo, lo que es una extraña ironía, como si el cuerpo solo funcionara si la mente no se inmiscuyera y permaneciese al margen; en realidad puede que el cuerpo gane siempre a la mente, basta un dolor de muelas para comprobarlo, o tal vez la mente se sobreponga al cuerpo, o puede que ambos formen una sola cosa sutilmente entrelazada y dependiente una de otra, que es lo que dice la vieja sabiduría, y seamos un todo, no dos partes, tanto biología como biografía, y así no hay en realidad una historia del cuerpo o solo o de la mente, sino siempre la de alguien concreto, en este caso un tipo realmente listo, lleno de humor y que a pesar de sus limitaciones es capaz de decidir y enredarse como cualquiera en este juego de empeños, deseos y sorpresas que conducen la vida mientras el cuerpo aguante.
(Publicado DN 23 febrero)
(Publicado DN 23 febrero)
martes, febrero 17, 2015
Miedo
Lucien Freud. Gran interior. |
Lo que hace ahora es inspeccionar los jardines, velar porque todo esté en orden, porque él trabajó durante años de jardinero, así que ahora la vista se le va hacia las plantas, se duele del abandono de la hierba crecida en ciertos sitios, comprueba las matas de aligustres, de pasada retira las hojas secas de un arbusto, arranca las cortezas de los chopos, mueve la cabeza ante esa palmera china que tiene los pies en el hielo y no va a soportarlo, se preocupa por las flores de la mediana que ve mustias por el paso de los coches, toda esa desidia también le duele y le hace recordar lo que él podría hacer, algo que le quema y le desazona, algo que ve injusto, pero ante lo que no puede hacer nada; al menos allí, en ese mundo vegetal, se ve a salvo, allí no tiene nada que temer; siempre le han gustado las plantas, ahora es lo único que le hace sentirse mejor y por eso dedica una parte de la mañanas a ese trabajo furtivo, a esa labor que le hace sentir que hace algo pero, a la vez, le da también miedo, como si alguien pudiera llamarle la atención y dejarle sin él, así que al cabo de un rato se escabulle y va la compra, que es su auténtica labor ese día, como cualquier otro, intenta cumplir su tarea pero enseguida se detiene: tenía que comprar carne picada pero, ¿cuantos gramos le dijo ella? ¿400? ¿600? La duda le hace sentir un escalofrío y vuelve de pronto la desazón de la mañana, la sensación de que hubiera sido mejor no levantase, el no saber qué hacer, hasta que decide que debe preguntar a la carnicera, ella le dirá lo que es común para dos personas pero, tontamente, sin que puede evitarlo, no se decide a hacerlo, le da miedo, y sin pensarlo deja el mostrador y se acerca a mirar las aceitunas de un puesto cercano, escucha el regateo de las mujeres en la pescadería, desde cuyo mostrador le mira una merluza rígida con la boca abierta en la que se ven los dientes afilados. No sabe qué hacer ni adonde ir, despacio se dirige a la salida, dará otra vuelta para ver si han resistido los geranios de la isleta y luego quizás vuelva por el picadillo, si puede; en la puerta un hombre de rodillas pide limosna y le mira con cara de lástima.
(Publicado en Diván el terrible, 16/2/2015)
Diván el Terrible
lunes, febrero 16, 2015
Carnaval
Todavía hay grandes bolos de nieve helada cuando voy a casa, después de esta semana de intenso frío, pero el sol ha salido un rato y el tiempo ha templado, un petirrojo busca aquí y allá, torciendo su cabeza, y mientras voy andando me cruzo con chicos disfrazados de pieles roja y de ranas verdes volviendo del colegio, un crío muy pequeño, que también recuerda al petirrojo, va del brazo de su madre vestido como un personaje del carnaval de Lanz, con su gorro de cucurucho, la cara tapada, las cintas y una escoba en la mano, como un Chacho de los que terminan moliendo a palos a Miel Otxin, el bandolero. Es carnaval. Un tiempo de exceso que antes se contraponía a la cuaresma con sus ayunos y rigores. Sin una no había del otro. Don carnal contra doña cuaresma. El carnaval es un hijo del cristianismo, o mejor del catolicismo, que siempre ha tenido una moral muy particular, una mezcla de exigencia y permisividad, que entiende que si se ha de hacer sacrificios y penitencias antes hay que pecar a conciencia, hay que dar un poco de suelta, y esa mezcla de pecado y perdón, de flaqueza y misericordia, siempre ha regido el calendario y las costumbres, ha organizado el comercio de las almas y la salvación, y algo de eso hay todavía hoy en ese rasgo colectivo de la doble moral, del predicar y no dar trigo. Mientras el hombre ha creído que su vida estaba sometida a fuerzas sobrenaturales, el Carnaval ha sido posible, escribió Caro Baroja, uno de los impulsores de la revivencia, como la llama, del carnaval de Lanz en 1964, con su desfile de personajes, zaldiko, ziripot, Miel Otxin, que es para él, el carnaval en sí mismo, juzgado y quemado y que se termina y evapora como el invierno que declina y el tiempo viejo. Poco de esto tiene ya razón de ser hoy, donde el carnaval con sus máscaras y su disfraz, esa excitante sensación de estar oculto, irreconocible -es decir, impune- se ha traslado por encanto a la noche de fin de año, como si algo de la vieja necesidad de ser por un rato otro, alguien distinto, no siempre yo, todavía buscara su momento.
(Publicado DN 16 febrero)
(Publicado DN 16 febrero)
lunes, febrero 09, 2015
Monedero

(Publicado DN 9 febrero)
lunes, febrero 02, 2015
Pobreza
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Sebastiao Salgado |
(Publicado DN 2/II/2015)
lunes, enero 26, 2015
1980
Han pasado más de tres meses desde que se estrenó en octubre “1980”, un documental de Iñaki Arteta que vuelve a hablar sobre las victimas de Eta, en este caso las de aquel año especialmente sangriento, y parece que la película no llega a Pamplona. “1980” se mostró en la sección Tiempo de Historia de la Seminci de Valladolid, cosechando muy buenas críticas, y se pudo ver fugazmente en Madrid y Barcelona, y a partir de iniciativas también en otros lugares. Pese a que Arteta ha demostrado su solvencia con otras documentales como “Voces sin libertad”, “Trece entre mil” y el “Infierno vasco”, construyendo una auténtico dique de imágenes y palabras frente al río del olvido, esta película se hizo gracias al crowfunding, es decir, mediante pequeñas aportaciones de particulares, y no lo ha tenido fácil: no ha encontrado una buena distribución comercial, alguna televisión ya se la ha quitado de encima, y no ha logrado a la preselección para los Goya, lo que hubiera sido una novedad. Tal vez todo esto no sea extraño. En 1980, Eta llevó a cabo una ofensiva en toda regla para intentar cargarse la incipiente democracia, cometiendo 95 asesinatos, uno cada tres días. A veces, el telediario se refería a los muertos de la jornada como si fuera el parte del tiempo. Aquel 1980 fue un año especialmente bochornoso, porque toda esa muerte desatada no logró el rechazo y la respuesta social que merecía. Nos acostumbramos a ello. Una sensación de miedo y un no querer saber se instaló en gran parte de la sociedad. ¿Cómo pudimos soportarlo? es la pregunta que se hace la película y que todavía nos incomoda. Por eso, cada testimonio que rescata Arteta tiene un filo que corta. Ignacio Ustarán, por ejemplo, tenía 13 años cuando su padre, un dirigente de UCD de Álava, fue secuestrado en su domicilio, del que lo sacaron para pegarle un tiro en un descampado. Su hijo se acuerda de la última mirada de su padre a través de una puerta semiabierta donde lo tenían retenido. Arteta insiste en contarlo, pero lo tiene difícil, porque de eso ya no queremos saber. La puerta entornada se cierra poco a poco, pero el niño todavía sigue mirando a su padre por la rendija.
(Publicado Diario de Navara 26/I/2015)
(Publicado Diario de Navara 26/I/2015)
viernes, enero 23, 2015
Nieve
En una de esas fotos vi hace poco cómo las estrellas y las nubes que no vemos de noche son distintas, extrañas, parecen sacadas de El grito de Munch. Paró un poco y, sin pensarlo, aparqué el coche y salí a pisar la nieve recién caída que sonaba como la puerta de un armario al abrirse. Subí una cuesta y luego tomé un pequeño elevador que salva unas escaleras, y cuando llegué arriba volvió a nevar con fuerza, como si hubiera llegado a otro país. En un jardincillo una familia de ecuatorianos se lanzaban bolas de nieve, y un niño muy pequeño se tiró de bruces con los brazos abiertos sobre la nieve, estuvo allí un rato, muy quieto, como si estuviera muerto, hasta que se levantó de pronto y se quedó mirando la huella que había dejado sobre la nieve, y ví que lo miraba con extrañeza y júbilo, como se mira la imagen de uno por primera vez en el espejo, tal como lo explica Lacan.
“Ese soy yo”, debía estar pensando.
Un señor con sombrero, pasó de pronto y pisó sin darse cuenta la huella, emborronándola. Luego se alejó deprisa mirando al cielo, hasta que trastabilló en una esquina.
lunes, enero 19, 2015
GPS
En su reciente viaje por EEUU Pedro Sánchez, líder del Psoe, se ha perdido. Parece que salió a la hora camino de la Universidad de Fairfax, en Virginia, donde iba a mantener un encuentro con los alumnos, y donde le esperaban también el rector y el embajador de España, pero Sánchez y su séquito debieron confundirse y después de una hora, los que le esperaban dieron el acto por concluido. “Espero que el señor Sánchez dirija un país mejor que lo que maneja el GPS”, disparó el rector en su twitter, molesto con el esquinazo de Sánchez. Puede que él no tenga culpa alguna, pero estos detalles en política son vitales. Young Sánchez, que es como le apodan algunos, como aquel boxeador que aspiraba en vano a llegar a lo más alto en una novela de Aldecoa, parece siempre un hombre razonable, bien peinado, sin coleta, que viste con pantalón pitillo, camisa lisa sin corbata y americana entallada, tipo comentarista deportivo. Pensarán que describir su atuendo es una frivolidad, pero eso es que no han leído a Trapiello que hace poco explicó que la contienda política que nos espera el 2015 –locales, catalanas, generales, la gota malaya- es en parte una cuestión de vestimentas o, como dice él, de indumento. Parece que el líder de Podemos, por ejemplo, ya ha acusado a los socialistas de estar copiándole la camisa, y estos de hacer lo mismo con el programa, y nos remontaríamos a tiempos de las chaquetas de pana para explicar la importancia de la imagen, que se confunde cada vez más con la sustancia de la política. Sánchez, en realidad, ha sido víctima de una metáfora, como otros de un micrófono abierto. ¿Cómo guiar un país si no es capaz de llegar a una cita? En realidad, dirigir un país se parece mucho a la función de un GPS, como bien explicó Savater hace tiempo, al decir que el papel que él quería en UPyD, era ser GPS y no mapa. Lo importante para usar el GPS es saber dónde se quiere ir, marcar el objetivo. Luego vendrán los avatares de la carretera, los detalles, pero tener un destino y no dar vueltas alrededor de Fairfax, es una ventaja. Política de GPS, no solo de mapa, es lo se necesita en este momento, y no solo de Sánchez.
(Publicado DN 19-I)
(Publicado DN 19-I)
miércoles, enero 14, 2015
Recuerdo a Kobayashi

lunes, enero 12, 2015
Sumision
El último número de Charlie Hebdo, el del miércoles fatídico en que sus redactores morían a balazos, traía en portada a Houellebecq, escritor francés a punto de presentar una novela muy esperada, Sumisión, en la que imagina una Francia gobernada en el 2.022 por un presidente musulmán, gracias al apoyo de los partidos tradicionales que evitan así ver al Frente Nacional en el poder. El protagonista del libro es un profesor que prefiere someterse a los nuevos aires que reinan en el país, donde los valores republicanos han sido sustituidos por una creciente islamización y hacerse musulmán, lo que además le permite tener tres esposas. Se trata de una fábula de política ficción pero que, si ya antes del atentado en París había levantado una gran polémica, y su autor acusado de avalar las tesis de Le Pen sobre la pérdida de identidad de Francia ante la inmigración musulmana, ahora su actualidad y repercusión han crecido de forma inusitada. De hecho, Houellebecq está bajo protección y se ha suspendido los actos de promoción del libro. Ya hace tiempo que este antiguo informático, convertido en escritor de gran éxito, mantiene que el laicismo republicano ha muerto en Francia y que la islamización es un proceso imparable, un signo de una “vuelta a la religión”, tras unos siglos en los que, partir de la ilustración y la reforma protestante, el individuo ha querido volar por su cuenta. Los personajes y las historias de H hablan de incomunicación, de pérdida de lazos sociales y afectivos, de una Francia convertida en un país superficial, puramente turístico, de muerte de cualquier ideal. Una idea de profunda decadencia. Ante esto, las certezas que proporciona al sujeto sediento de una causa la religión del Islam son incomparables. Esta es una idea pesimista y a la vez un aldabonazo. No podemos desistir de vivir en una sociedad que, aún en medio de problemas y tensiones, todavía concede al individuo la libertad de pensar y organizar su vida por su cuenta, un paréntesis en la historia. “No le voy a matar por ser mujer”, escuchó una redactora de Charli Hebdo, al terrorista que le encañonaba, “pero le aconsejo leer el Corán”. Ese es el mensaje.
(Publicado DN 12-I-2015)
(Publicado DN 12-I-2015)
lunes, enero 05, 2015
Día 1

(Publicado DN 5-I-2015)
lunes, diciembre 29, 2014
Elefante
El día de nochebuena amaneció frio y con niebla, y cuando salí a dar un paseo todavía no había levantado, el mundo alrededor seguía frio y desdibujado, como si se hubiera convertido en otro lugar, y junto al portal de la ciudadela había dos hombres a cuerpo desafiando el frio y tocando “Noche de paz” con un violín y un acordeón, con pinta de rumanos, restos de una orquesta zíngara, gentes que nunca tienen frío ni miedo a desafinar, y después de echarles una moneda seguí adelante, la niebla parecía haberse espesado todavía más, hasta que de pronto, junto a la Misericordia un bufido me hizo parar y al acercarme despacio entre la bruma, como una aparición, distinguí un elefante allí quieto, rodeado de una cinta blanca, como si eso bastara para contenerlo, que me miró con cara de lástima un segundo y luego siguió comiendo la hierba seca que había por el suelo. El animal tenía la piel de color grisáceo, con grandes surcos, comprobé, y sobre el lomo y su gran cabeza llevaba briznas amarillentas, como si hubiera llovido paja o él mismo intentara abrigarse en la gélida mañana. Era de un circo que hay allí, el circo Coliseo, que se anuncia en grandes carteles de colores, como un espectáculo de otra época, con payasos, tragasables, leones del Senegal y auténticos lobos de Siberia, una diversión que subsiste en esta época sofisticada y cibernética, donde el espectáculo está siempre en una pantalla. Miré alrededor, acordándome de la lejana infancia, cuando los personajes del circo me embelesaron durante mucho tiempo, con sus lentejuelas, sus látigos y sus equilibrios en el alambre, pero allí no se veía nadie salvo el elefante, madrugador, el resto del elenco, pensé, debía seguir en los remolques preparando la cena de navidad, las fieras en sus jaulas, o todos habían abandonado el campamento al unísono. Entonces pensé que justo desde ese mismo lugar sale la cabalgata de reyes, con sus caballos y sus dromedarios, y escuché a lo lejos la música de los rumanos que repetían el villancico y entonces elefante se irguió sobre las patas de atrás y emitió un largo bufido con su trompa, lo que en algunos sitios, recordé, es un signo de buen augurio.
(Diario de Navarra-29/XII)
(Diario de Navarra-29/XII)
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